"VAEL"
Autor: Karze
+++ 1 +++
El dolor persistía y se extendía
por cada nervio se su cuerpo, sus súplicas
por que la muerte acabase con él
parecían en vano. El dolor en la
cabeza estaba arrastrándole al borde
de la locura, voces de su infancia se mezclaban
con el aullido de los demonios y su cabeza
parecíaapunto de estallar.
Un fluido espeso
y cálido goteaba
de sus orejas, nariz y boca, y tras otros
segundos de agonía descubrió que
era su propia sangre, de hecho la oreja
derecha parecía no estar en su sitio
y una enorme porción de su cara
parecía estar despellejada.
La nariz y la boca
las tenía llenas
de sangre, le costaba respirar y los pulmones
no parecían recibir aire suficiente,
cada respiración hacia aumentar
su agonía in crescendo.
Intentó escupir un espumarajo de
sangre, pero no tenía fuerzas suficientes.
La garganta le
ardía por la falta
de aire y todo el suelo a su alrededor
parecía temblar y quebrarse, la
sangre no cesaba de manar de sus heridas
y poco a poco sus fuerzas se agotaban.
No pasaba lo mismo con el dolor, pues éste
aumentaba a cada instante, llevando su
cordura a los límites.
Intentó abrir los ojos pero un
terrible dolor le recorrió toda
la columna vertebral, supo que los había
perdido irremediablemente, maldijo en silencio,
entre espasmos de dolor, pues quería
poder mirar a la muerte.
Intento moverse,
apenas unos milímetros,
pero latigazos de dolor le hicieron convulsionarse
espasmódicamente y sangras más
profusamente, un par de movimientos bruscos
más y puede que todo terminase.
No sentía el brazo derecho, había
perdido toda la sensibilidad a partir del
hombro, pero tenía la extraña
sensación de que no existía
nada más debajo de éste.
El brazo izquierdo si que podía
sentirlo, aunque había perdido la
sensibilidad en los dedos.
A lo largo de todo
el brazo izquierdo podía sentir cientos de cortes y
heridas, astillas de hueso, esquirlas de
metal clavadas, pero lo pero era la sensación
de la piel, su cara, sus brazos, su torso,
sus piernas, parecían todos estar
quemados. La piel le escocía como
hubiese sido despellejado, incluso un soplo
de aire le daba la sensación de
estar ardiendo con promethium pegado al
cuerpo.
No sabía cuanto tiempo había
pasado, horas, minutos o días enteros,
pero sus súplicas parecían
no ser oídas y pronto dejó de
hacerlo, recriminándose el haber
suplicado por que su vida acabase.
Reunió todas las fuerzas de voluntad
que le quedaban y ordenó callar
a las voces de su cabeza, casi se rindió al
abrazo de la muerte cuando la paz le embargó al
ser acalladas todas las voces.
Intento moverse
de nuevo y por segunda vez todo su cuerpo
gimió y gruñó descontroladamente,
negándose a sentir otra cosa que
dolor y ansiando su propia muerte, pero
esta vez pudo mover el brazo izquierdo
unos milímetros y girar los tobillos.
De su brazo derecho
seguía sin
sentir nada y el izquierdo parecía
estar roto a la altura del codo, sin embargo
sus piernas parecían relativamente
indemnes. De pronto, perdido en pensamiento
de esperanza llegó la sed, sentía
hasta el último centímetro
de su piel quemada, perlada de sudor, sentía
los regueros de sangre de sus sordos oídos,
nariz, boca, ojos y heridas, pero su lengua
exigía agua a gritos.
Intentó moverse por tercera vez
y en esta ocasión consiguió rodar
sobre sí mismo hasta terminar boca
abajo, el suelo crujía bajo su peso
y parecía astillarse como si fuese
una capa de cristales rotos, su piel se
tensó y estiró en todas direcciones
arrancándole un grito mudo de dolor.
Entonces recuperó el sentido de
sus dedos de la mano izquierda, parecía
que después de todo el brazo izquierdo
no estaba partido. Los movió uno
a uno, cerrándolos sobre su palma
en carne viva, después se aferró al
suelo, sintiendo como las piedras se desmenuzaban
como arena al rozarlas.
Gritó hasta casi perder el sentido
y maldijo por todo lo que conocía,
pero se aferró con los dedos entre
el polvo del suelo y se arrastró casi
dos centímetros por el suelo arenoso
hacia ninguna parte. La arena acentuaba
aún más el dolor de toda
la piel, incrustándosele como mil
cristales, desgajando sus músculos
y reavivando las voces de su cabeza. Pero
se volvió a arrastrar unos centímetros
más.
Jadeando y derrotado
de nuevo por el dolor sintió sobre su piel quemada la
brisa nocturna, como si fuese una llamarada
del mismísimo infierno, con sus últimas
fuerzas gritó, pese a que no se
podía oíra sí mismo.
No supo si era
su propia voz o las voces de su cabeza,
pero oyó una voz parecida
a la suya desafiar a la muerte y maldecir
a los infiernos, antes de desmayarse de
nuevo por el dolor y el esfuerzo tuvo fuerzas
para gritar una vez más.
¡Mi nombre
es Vael!
+++ 2
+++
- ¡Mi nombre es Vael! – Gritó el
recluta cuando el sargento pasó junto
a él – ehm… señor – añadió dándose
cuenta de su falta.
- Así que Vael, ¿eh?, ¿y
de dónde eres, Vael? – inquirió el
sargento Boreas.
- Del planeta Minsk
IV, señor,
ciudad-colmena Boreal, distrito 18 – añadió orgulloso
el recluta intentando hacer que sus tatuajes
rituales del distrito 18 se viesen bajo
su desaliñada camiseta.
El sargento se
quitó cuidadosamente
el guantelete de su armadura color verde
oscuro y tomándose unos segundos
abofeteó con fuerza al insolente
recluta. Si le hubiese golpeado con todas
sus fuerzas le habría partido el
cuello sin duda alguna, pero la fuerza
del golpe solo le tumbó y aturdió durante
unos segundos.
- Aprenderás a ser de Caliban a
morirás en el intento, o tal vez
es que prefieras pasar a ser un servidor
lobotomizado del glorioso capítulo
de los Ángeles Oscuros, un servidor
sin cerebro ni vida propia, poco más
que una máquina, o quizá quieras
ser un ayudante más de cualquiera
de los oficios no honorables del capítulo,
por que eso es lo que serás si no
consigues meterte en tu cabeza de pandillero
insolente que tú eres de Caliban,
y nada más importa.- añadió dirigiéndose
al resto de los reclutas para que la lección
sirviese para todos.
Se giró para señalar la
Thunderhawk que había a su espalda,
era inmensa, para muchos de los reclutas
suponía la primera nave que habían
visto en sus vidas. Intentó abarcarla
con ambos brazos y se giró de nuevo
a su expectante público.
- Habéis sido seleccionados cuidadosamente
uno por uno de vuestros diferentes hogares,
los más fuertes, los más
inteligentes, los supervivientes natos,
los más puros, pero comparados con
mis hermanos de capítulo no sois
nada. Mi nombre es Boreas, sargento Boreas,
y soy el único que os puede nombrar
algo que ni siquiera entendéis.
Seguidme, muchachos, y me estaréis
siguiendo al infierno, seguidme, y me seguiréis
a una muerte segura en un frío y
olvidado planeta, a una existencia por
y para la guerra, a un universo donde no
hay respiro ni paz. Seguidme y os estaréis
condenados, o daos media vuelta y regresad
a vuestros hogares. Seguidme y en los próximos
años maldeciréis mi nombre
por lo bajo por haberos llevado conmigo.
Sin añadir nada más ni girarse
a mirarlos por última vez, se giró y
comenzó a caminar seguido de los
otros dos enormes marines espaciales hacia
la rampa de acceso de la Thunderhawk. Los
reclutas se miraron intrigados unos a otros,
en sus ojos se podía leer la furia,
el deseo, el miedo y la intriga.
De la veintena
de reclutas un par dieron media vuelta
y se marcharon, ninguno de sus compañeros se burló de
ellos, otro par encabezó la marcha
sin inmutarse tras los pasos de Boreas.
Vael era uno de ellos.
La rampa de acceso
se plegó sobre
si misma y para sorpresa de muchos la Thunderhawk
despegó rumbo norte.
- Vuestro planeta,
Minsk IV, lleva demasiado tiempo sin
pagar sus diezmos al Imperio, pues habéis de saber que ahí fuera
existe un Imperio del Hombre, el cual se
encuentra asediado por todos sus frentes.
Vuestro gordo y fofo gobernador planetario
asegura que en el norte, en el casco polar
existen jaurías de bestias nunca
antes vistas que atacan a todas las ciudades-colmena
del planeta, imposibilitando la producción
y el consecuente pago de diezmos.
La Thunderhawk
sobrevolaba Minsk IV a toda velocidad,
dejó atrás
decenas de ciudades-colmena que se extendían
como una plaga y el humo negro de éstas,
el paraje montañoso y nevado predominante
pronto llenó el horizonte, al cabo
de unos cientos de kilómetros más
comenzaron las estepas de nieve, y transcurridas
unas horas más, tras atravesar un
océano medio congelado, llegaron
más al norte de lo que ningún
recluta había estado jamás.
Todo el trayecto se hizo en silencio, Boreas
y los otros dos marines se sentaron en
un banco destinado a ello y parecieron
sumirse en un profundo estado de meditación,
los reclutas tiritaban de frío y
sus dedos comenzaban a ponerse morados,
pero nadie parecía reparar en ellos.
Algunos se arrepentían de haber
subido a la nave, otros sencillamente no
sabían que pensar, unos pocos observaban
curiosos el entorno, entre estos últimos
estaba Vael, quien no apartaba a vista
de los tres marines espaciales, ni siquiera
cuando uno de ellos se giró para
mirarle directamente.
La Thunderhawk
aminoró la velocidad
y Boreas se alzó de nuevo, la rampa
de acceso comenzó a abrirse antes
de tocar tierra y un frío viento
que cortaba la piel como si se tratase
de un cuchillo penetró el interior
de la nave.
- Demostrad que
vuestro planeta continúa
mereciendo vivir matando a la mayor de
las manadas de bestias. Todos aquellos
que regresen al cabo de tres días
con al menos un trofeo serán bienvenidos,
los que no regresen en un plazo de tres
días no serán echados de
menos, los que regresen antes de ese plazo
recibirán un disparo a modo de bienvenida.
No era necesaria
ninguna advertencia más,
pero el sonido de los bolters al ser amartillados
bastó para hacer desembarcar a paso
ligero a los reclutas, aquellos que esperaban
ayuda por parte de los tres súper
hombres vieron reducidas sus esperanzas
drásticamente.
De muchos de ellos
no se supo nada nunca más, otros se organizaron en pequeños
grupos de partieron hacía la dirección
que había señalado Boreas.
Unos pocos partieron en solitario, la mirada
oculta de los tres marines no les daban
posibilidades de supervivencia.
Vael avanzó en solitario entre
la nieve, tiritando de frío y perdiendo
la sensibilidad de los dedos a cada paso,
a paso ligero consiguió desentumecer
un poco los músculos de las piernas
y adelantar al resto de grupos de reclutas.
Rasgó las prendas oscuras de pandillero
que de poco le servían y se construyó unos
mitones con ellas, que al menos le mantendrían
calientes las manos, y se fabricó una
mezcla entre turbante y cogulla que mantenía
su cabeza protegida del viento.
Al cabo de unos
cientos de metros supo que no sobreviviría a ese paso y
decidió rastrear algún enemigo,
miró al horizonte e intentó pensar
como una bestia de poca inteligencia. Un
lugar abrigado y no demasiado alejado de
los caminos que bajaban a las colmenas
que habían sufrido las incursiones.
El cañón formado por dos
glaciares parecía el lugar ideal
para la mentalidad de una bestia y se dirigió a él
con esperanzas de llegar antes de la puesta
de sol. Antes de llegar se encontró con
una manada de las bestias, enormes lobos
blancos que caminaban erguidos y horriblemente
mutados. A la cabeza de la manada y a los
lados iban los más grandes y fuertes,
en el centro y bien protegidos los más
jóvenes. No había probabilidades
de victoria con las manos desnudas contra
ellos.
Sin nada mejor
que hacer les siguió hasta
las cuevas que les servían de refugio
y observó sus rutinas, los pequeños
siempre estaban protegidos y las cuevas
eran muy fáciles de defender. Finalmente
anocheció y Vael se vio obligado
a buscar refugio. Una cueva no muy lejana
de las de las bestias y muy reducida le
sirvió en esa primera noche, se
acuclilló en su interior y tapó la
entrada con nieve.
Al borde de la
muerte se le ocurrió una
idea que tal vez funcionase, salio de nuevo
al exterior y trepó, no sin contratiempos,
por una de las paredes heladas del cañón
hasta lo alto de una de las entradas de
cueva de manada.
Sin pensarlo dos
veces comenzó a
remover la nieve con piernas y brazos hasta
que ésta comenzó a desprenderse
y caer a la entrada de la cueva, saltando
y brincando con sus últimas fuerzas
consiguió sepultar la entrada. Los
aullidos frenéticos de las bestias
atrapadas comenzaron a sonar desde el interior.
Buscando entre
las cuevas abandonadas cercanas encontró los restos mortales
de varios humanos y se cubrió con
ellos en su cueva para pasar la noche.
Al día siguiente se despertó dolorido
y más cansado de lo que se había
acostado, se acercó a la cueva de
manada y no escuchó ningún
ruido en su interior, esperanzado se puso
a excavar con ambas manos en la entrada
para descubrir que el desprendimiento había
sido mayor de lo que esperaba.
Repentinamente
iluminado Vael descendió hasta
una cueva adyacente y comenzó a
abrir un túnel de comunicación,
tras horas de agotador trabajo consiguió penetrar
en el túnel de la manada para asistir
a un espectáculo dantesco.
Los más fuertes de la manada, locos
y viéndose atrapados habían
devorado a los más débiles
para después matarse entre ellos.
Sin dudarlo dos veces se acercó al
cadáver de uno de los más
grandes para hacerse con un trofeo cuando
un gruñido le hizo temblar de arriba
abajo. Dos grandes bestias aguardaban a
su espalda con los ojos desorbitados y
las fauces llenas de sangre. Los dos más
fuertes.
Uno de ellos se
lanzó contra él
y Vael, viéndose perdido, alzó un
hueso astillado del suelo a modo de pica.
El impacto del lobo, más grande
que un humano y mucho más fuerte,
casi le arrancó los brazos, pero
el lobo se empaló atravesándose
el pecho con el hueso y cayó a un
lado entre jadeos y sollozos entrecortados.
Su compañero, el otro lobo, comenzó a
dar vueltas alrededor de Vael, sin embargo
Vael estaba preparado, pues había
visto actuar a la otra bestia y conocía
sus gestos. Cuando vio que el lobo se iba
abalanzar sobre él sencillamente
se apartó dejando que se estrellase
contra la pared de la caverna, así decenas
de veces, hasta que el lobo se posó a
cuatro patas para recuperar el aliento.
Vael y la bestia
se miraron durante unos segundos, acto
seguido el lobo aulló de
dolor con sendos huesos clavados en los
ojos, uno en cada ojo. Loco de rabia se
abalanzó hacia donde estaba el humano
y se estrelló contra la pared de
nuevo. La bestia se giró, babeando
espumarajos y con los ojos sangrando en
un cruel espectáculo. Un tremendo
golpe en la cabeza le obligó a tocar
el suelo con la cabeza, el siguiente le
dejó sin conciencia y los siguientes
diez terminaron de machacarle el cráneo.
Durante el resto
del día Vael se
dedicó a fabricarse abrigos de pieles
con los restos de las bestias y arrancó un
colmillo al más grande de todos
a modo de trofeo. Bebió la sangre
aún caliente de los dos que había
matado y se alimentó con su carne,
rasgando la piel con los colmillos.
Al día siguiente cuando llegó a
la Thunderhawk vio que apenas media decena
de reclutas habían sobrevivido magullados
y exhaustos, Boreas pareció no inmutarse
al ver que había sobrevivido, y
mucho menos ante su trofeo de batalla.
Cuando sobrevolaban
el planeta de nuevo, esta vez en dirección sur, Boreas
se alzó y se dirigió a ellos,
por primera vez se quitó el casco
y dejó que una larga melena cayese
sobre sus hombros, sus dos compañeros
le imitaron.
Vael se maravilló ante las cicatrices
del sargento, algunos de los reclutar reprimieron
gritos de exclamación, entonces
Boreas se giró y les dio túnicas
a cada uno de ellos, llamándolos
por sus nombres.
Entre los pliegues
de las túnicas,
semejantes a las que los marines portaban,
había varias raciones de comida
y agua, así como una enorme y pesada
pistola sin cargador.
- Vael – llamó Boreas cuando
le llegó el turno, tras entregarlo
la túnica se quedó mirando
al joven recluta -¿Es Vael realmente
tu nombre? Es extraño, pues es un
nombre propio del capítulo, una
extraña coincidencia, así pues, ¿es
realmente tu nombre?
- Ahora si, señor,
ahora si.
- Conviértete en un verdadero Ángel
Oscuro y ganarás el derecho a hacerte
llamar así, pandillero.
La nave dio varios
bandazos y sobrevoló ciudades-colmena
medio derruidas y zonas de guerra donde
el sonido de la artillería y los
disparos se sobreponían al sonido
de los inmensos motores de la Thunderhawk.
Reconociendo la
intriga en sus miradas Boreas se dirigió de
nuevo a los reclutas.
- La presencia
del Mal estaba más
arraigada en vuestro planeta de lo que
se pensó en un momento – la
mirada de Boreas se ensombreció momentáneamente
y los dos marines que le acompañaban
se tensaron en sus armaduras - , no ha
habido otro remedio que aplicar la sagrada
justicia del Emperador y el León,
pero no os preocupéis, pues nada
de eso debe importaros ahora. No asistiréis
a la batalla, volamos al crucero de asalto
que nos ha traído hasta aquí para
que comience vuestro verdadero entrenamiento.
Y la Thunderhawk
comenzó a tomar
altura como si obedeciese sus palabras.
+++ 3 +++
- ¡Por el Dios-Emperador! Apotecario
Zamael, aquí hay un hermano vivo. – gritó el
hermano Frae.
Zamael se apresuró hasta donde
Frae indicaba, su túnica estaba
rasgada por doquier y la sangre le había
salpicado de arriba abajo. La hombrera
izquierda mostraba el símbolo de
los Ángeles Oscuros y la derecha
el sagrado símbolo del Apotecarión.
Había sido un día duro,
las dos escuadras de hermanos que habían
descendido al planeta habían sido
derrotadas por motivos aún por esclarecer.
La escena con la que se había encontrado
al desembarcar era dantesca.
De los veinte hermanos
que habían
desembarcado apenas media docena eran reconocibles,
las servoarmaduras se habían fundido
literalmente, como si hubiesen sido atacadas
por armas de fusión. Muchos de los
restos mortales eran irreconocibles, los
restos de los enemigos se confundían
con los de los marines.
Incluso el propio
paisaje mostraba las heridas de la batalla,
la zona selvática
había sido literalmente convertida
en serrín, apenas unos cuantos tocones
asomaban sobre el cieno que cubría
el suelo, pues la propia tierra se había
convertido en barro y cieno, cientos de
charcos de agua estancada y putrefacta
dificultaban el acceso a la zona y muchos
de los cuerpos comenzaban a hundirse ya
en el cieno.
El Apotecario se
arrodilló junto
al cuerpo y lo observó con ojo crítico,
apenas unos fragmentos de servoarmadura
habían sobrevivido a la masacre
y éstos se habían fundido
sobre el cuerpo del marine. El marine presentaba
quemaduras en todo el cuerpo, salvo la
carne protegida por la servoarmadura todo
el cuerpo presentaba quemaduras de primer
y segundo grado.
Su cara era poco
más que un amasijo
sanguinolento irreconocible, incluso parecía
presentar varias mutilaciones.
Con movimientos
expertos el Apotecario inyectó una elevada dosis de morfina
en el superviviente y comenzó a
reconocerlo con sus propias manos, quitándose
los guanteletes.
Cuando levantó los párpados
del hermano ahogó un grito de sorpresa,
el tejido ocular parecía haber sido
consumido.
- ¡Atómicas! Han utilizado
armas atómicas, hermano Frae, conecte
el medidor Geiger y desaloje a sus hombres
inmediatamente, carguen con todos los cuerpos
que puedan. La servoarmadura nos protege
de la radiación pero los pobres
desgraciados de los muertos corren un grave
riesgo, sus semillas genéticas pueden
resultar inutilizadas.
Zamael observó de nuevo al maltrecho
superviviente, era el único de las
dos escuadras que había sobrevivido.
Con un gesto de mano ordenó a dos
servidores que cargaran con él y
le transportaran hasta la Thunderhawk.
De pronto el cuerpo
se convulsionó y
dirigió su mirada sin ojos hacia
el Apotecario, su brazo izquierdo braceó en
el aire hasta coger el brazo de Zamael.
Acto seguido se quedó sin fuerzas
y se desmayó de nuevo sobre la camilla,
Zamael se quedó durante unos segundos
quieto en el paisaje desolado. Jamás
había visto algo igual.
+++ 4 +++
La nave alienígena navegaba a la
deriva, de la zona de sus motores no cesaban
de producirse pequeñas fugas y desprendimientos
de piezas, sus inmensas velas también
estaban dañadas y habiendo perdido
su movilidad y agilidad no pudo evitar
el abordaje.
La nave de los Ángeles Oscuros,
un recargado navío de asalto, se
posicionó en paralelo al navío
de los corsarios eldars y varios torpedos
de asalto salieron disparados hacia la
nave eldar.
El navío corsario flotaba como
un ave muerta, las cápsulas de abordaje
de los marines se empotraron atravesando
su debilitado blindaje y las cargas situadas
en el extremo de las cápsulas abrieron
camino a los marines arrojando varios kilogramos
de metralla y explosivos de fragmentación
al interior de la nave.
Las escuadras de
marines, divididas cada una de ellas
en dos grupos de combate de cinco efectivos
entraron como una tromba a la nave eldar,
disparando en modo automático
para obligar a los eldars a retirarse de
los puntos de impacto.
Los especialistas
de armas, equipados con lanzallamas se
dirigieron sincronizadamente a los recodos
de los pasillos y descargaron chorros
de promethium ardiendo, varios gritos
de agonía y el olor a carne
quemada indicó que varios alienígenas
habían sido alcanzados.
Los grupos de combate
avanzaron varios metros más sin encontrar oposición,
hacía las entrañas de la
nave. Mientras los cinco miembros de un
grupo de combate avanzaban los cinco restantes
les cubrían apuntando con sus bolters,
al instante siguiente lo hacía el
otro grupo de combate, y así con
las cuatro escuadras que se habían
lanzado al abordaje.
El navío eldar era el buque insignia
de una flota de corsarios que realizaba
incursiones sin cesar a los planetas imperiales
del sistema. El Corsario Negro era llamado
el líder de los eldars, un temido
alienígena que disfrutaba tanto
adueñándose de las riquezas
de comerciantes y viajeros como torturándolos
durante semanas.
La armada imperial
se había visto
incapaz de detener las rápidas incursiones
de los navíos eldars y la nave de
asalto de los Ángeles Oscuros había
tomado la responsabilidad de asaltar le
buque insignia y capturar al Corsario Negro
mientras la guardia imperial era desplegada
en el planeta donde tenían su base
los corsarios.
La escuadra Alfa
avanzaba desde las bodegas de carga de
la nave hacia el puente de mando, no
obstante al intentar salir de los almacenes,
para lo que había
que atravesar una doble compuerta blindada,
encontraron la primera resistencia organizada.
Varias escuadras
de guerreros eldars les aguardaban junto
a las compuertas, usándolas
de cobertura. La potencia de fuego desencadenada
por el disparo de los rifles cristalinos
y dos lanzas oscuras barrió el almacén
y obligó a los dos grupos de combate
a ocultarse tras unas cajas y depósitos.
- Aquí escuadra Alfa, hemos topado
con la resistencia eldar, nos llevará un
tiempo desalojarles de la zona de carga – informó el
sargento Ivaal a las otras dos escuadras – ¿puede
alguna otra escuadra apoyarnos desde el
otro extremo del corredor?
- Negativo, Alfa – sonó la
voz del sargento Samuel de Beta – nosotros
estamos demasiado alejados, calculamos
que en la zona de proa, la única
forma de subir al puente de mando es a
través de unos elevadores fuertemente
defendidos por los xenos.
- ¿Escuadra Gamma? ¿Me recibe?
Informe de la situación.
La escuadra Gamma
había desembarcado
muy cerca del puente de mando, pero sus
integrantes habían sido rodeados
por varias brujas eldar en lo que parecían
ser las gradas de un anfiteatro.
Las brujas atacaban
desde las gradas, ocultándose entre los asientos y
habían conseguido aislar a varios Ángeles
Oscuros, reduciéndoles u obligándoles
a regresar al pasillo por el que habían
llegado en busca de cobertura.
Un grupo de tres
brujas aisló al
sargento Joel contra la tribuna principal
y los efectivos de la escuadra Gamma observaron
horrorizados como pese a la resistencia
que opuso con su arma de energía
las brujas burlaron su guardia y le despedazaron
como si su servoarmadura fuese de papel.
Los eldars oscuros
se habían recuperado
de la sorpresa del asalto y ofrecían
una dura resistencia en cada recodo de
la nave, muchas veces engañando
a los marines de Alfa y Beta en su avance
o conduciéndolos hacia emboscadas.
En el puente de
mando de la nave de los Ángeles
Oscuros, la Némesis, una lectura
de la energía de la nave eldar reveló un
aumento de la misma en progresión
exponencial en la zona de popa: de alguna
forma, intencionada o no, los motores se
estaban sobrecargando.
- Aquí Némesis a los sargentos
Ivaal, Samuel y Joel. La nave eldar puede
estallar en cualquier momento, sus motores
son inestables, abandonen la nave inmediatamente,
la destruiremos mediante descargas de la
Némesis.
La escuadra Alfa
inició la retirada
inmediatamente, la resistencia eldar se
encontraba enfrente, pero su ruta de escape
estaba prácticamente despejada;
así como la escuadra Beta, que logró descender
por el hueco de los elevadores hasta una
posición muy cercana al punto de
entrada.
No obstante la
escuadra Gamma continuaba en el anfiteatro,
uno de los grupos de combate había conseguido retirarse
y aguardaba junto a la cápsula de
abordaje para regresar al Némesis,
pero el otro grupo de combate había
sido atrapado por varias escuadras de eldars
desde la retaguardia.
- Hermanos, no
podemos abandonar a los nuestros a su
suerte en esta maldita nave, ni abandonar
sus cuerpos en el anfiteatro, regresemos
a por ellos – arengó Vael,
el segundo al mando de la escuadra y líder
del grupo de combate.
Los cuatro hermanos del grupo de combate
respondieron como si de uno solo se tratase
y amartillaron sus bolters en un gesto
de conformidad.
El calor en el
interior de la nave iba en aumento y
varios indicadores se encendieron en
el visor de la servoarmadura de Vael,
el sistema de refrigeración estaba
al límite de sus fuerzas.
Los pasos de los
cinco marines retumbaban por el largo
pasillo de regreso al anfiteatro y la
oscuridad, pues las luces de la nave
eldar habían fallado, les envolvía.
De pronto una descarga
de rifles cristalinos les impactó de frente, no obstante
los proyectiles no consiguieron atravesar
la poderosa servoarmadura, en un enfrentamiento
semejante la fuerza blindada de los marines
aseguraba su victoria. O al menos eso parecía
hasta que el sonido de carga de una lanza
oscura les puso sobre aviso.
Sin dudarlo dos
veces Vael lanzó dos
granadas de fragmentación y se puso
de rodillas sobre el suelo del pasillo
para aumentar su precisión.
Su bolter estaba
modificado con un sistema de puntería M.40, por lo que podía
ver mediante sus sentidos automatizados
como si lo hiciese a través de la
mirilla.
Con un movimiento
de pulgar activó la
carga de proyectiles silenciados modelo
cazador, comunes entre las tropas de la
Guardia de la Muerte pero una rara reliquia
entre los capítulos convencionales,
y con cinco certeros disparos barrió parte
de la escuadra de eldars oscuros, atravesando
la frente del visor del que manejaba la
lanza oscura.
Con el riesgo de
la lanza neutralizado los cuatro hermanos
de Vael se plantaron en medio del pasillo
y barrieron literalmente a los eldars
oscuros con rápidas
descargas automáticas de bolter.
Cuando el grupo
de combate alcanzó el
anfiteatro una serie de explosiones en
cadena comenzaron a sacudir la nave eldar
y los mensajes por le intercomunicador
ordenándoles su regreso se hicieron
más apremiantes.
En el interior
del anfiteatro se había
instalado un arco de metal oscuro en el
centro del cual crepitaba un portal de
energía disforme.
Ordenadamente las
escuadras de eldars oscuros penetraban
en él para desaparecer
acto seguido, toda la tripulación
de la nave parecía estar reunida
en la sala. Incluso en la tribuna principal
los marines pudieron distinguir con sus
sentidos mejorados la figura del Corsario
Negro.
Los cuerpos de
los marines del otro grupo de combate
habían sido atados a
varias camillas gravitacionales que aguardaban
junto a una escuadra de brujas ser transportados
a través del portal.
Una nueva sacudida
derribó a gran
parte de los eldars y los Ángeles
Oscuros aprovecharon para entrar gritando
al anfiteatro. Los sorprendidos eldars
tardaron varios segundo en reaccionar,
lo suficientes para que una ráfaga
del bolter pesado del hermano Enarión
barriese el anfiteatro de un lado a otro.
Disparando con
esa cadencia la precisión
disminuía considerablemente y se
gastaba un cargador con cada ráfaga,
lo que dejaba margen para otras tres ráfagas.
Sin embargo en una sala cerrada como esa
cada ráfaga disparada a ciegas obligaba
a los eldars a arrojarse al suelo si no
querían morir despedazados.
Mientras sus tres
hermanos avanzaban disparando contra
las brujas que custodiaban a los prisioneros
Vael comprobó su cargador,
aún tenía cuatro proyectiles
silenciados cazador.
Desde un extremo
de las gradas activó el
sistema de puntería conectado a
sus sentidos y rastreó toda la sala.
La prioridad número uno era detener
la fuga de los eldars, pues seguramente
el portal conducía a la base y la
guardia imperial se vería sorprendida
por los refuerzos eldars.
El portal parecía demasiado robusto
para ser afectado por los proyectiles cazador,
así que buscó su alimentación.
Un eldar oscuro de túnica color
rojo estaba junto al portal con las manos
alzadas.
Vael dejó de respirar y redujo
al mínimo sus pulsaciones, apuntó cuidadosamente
al cuello del eldar oscuro y apretó el
gatillo. En ese mismo instante una nueva
sacudida hizo estremecerse a la nave y
el disparo falló por un par de metros.
Maldiciendo su
suerte Vael volvió a
apuntar mientras oía el chasquido
del último cargador de bolter pesado
al quedarse vacío a su espalda y
los gritos de sus hermanos al volver con
las camillas a toda velocidad junto a él.
- ¡Retiraos!, ¡Retiraos hasta
la cápsula, hermanos! – gritó a
sus compañeros.
- ¿Y que
hay de ti, Vael?
Vael no llegó a responder nunca,
la cabeza del eldar oscuro explotó como
un melón maduro por el impacto de
la munición cazador y todos los
eldars se giraron a disparar hacia su posición.
El portal se colapsó y arrastró en
una lengua de fuego a los eldars más
cercanos, el sonido de destrucción
y el fuego se extendía por la sala.
Al instante, decenas de armas ligeras y
pesadas acribillaron la posición
de Vael, pero éste ya había
rodado sobre sí mismo hasta la protección
del pasillo.
Cuando sus hermanos
reemprendieron la retirada aliviados
de verle con vida Vael amartilló de
nuevo su bolter.
- ¡Que me
lleven los demonios!
Giro el recodo
del pasillo hacia el anfiteatro y conectó de nuevo el sistema de
puntería a sus sentidos automatizados.
El Corsario Negro
se encontraba decapitando a varios miembros
de su escolta en una orgía de destrucción gritando
de rabia al ver sus planes detenidos mientras
todo el ejército eldar se lanzaba
en persecución de los marines.
Vael tomó aire. Aguantó la
respiración, parpadeó, tenso
el dedo sobre le gatillo, desvió el
cañón teniendo en cuenta
la presión de la sala y disparó.
A una velocidad
inexplicable un miembro de la escolta
del Corsario Negro interceptó la
bala de un saltando, lo cual hizo que su
pecho explotase cubriendo de sangre al
resto de la escolta.
Por un segundo
todos se detuvieron y giraron la cabeza
hacia el Corsario Negro, quien señalaba con un dedo encorvado la
posición de Vael mientras espuma
blancuzca le caía por la comisura
de los labios.
- ¡Tú! ¡Perro humano! ¿Quién
te crees que eres para desafiar a Mank’hei,
Señor de las Cuarenta y nueve Torturas?
“¡Mi nombre es Vael!” Pensó mientras
una última bala cazadora cruzaba
hiperacelerada el anfiteatro y él
se daba la vuelta para salir corriendo
a la máxima velocidad que le permitía
la servoarmadura.
La bala impactó dos centímetros
delante de su objetivo, el visor izquierdo
del casco del Corsario Negro, donde se
retuvo inexplicablemente, seguramente retenida
por un campo de fuerza, sin embargo tras
unas décimas de segundo, antes siquiera
que nadie supiese lo que pasaba, la bala
reanudó su trayectoria.
Cuando Vael llegó a la cápsula
de abordaje sonreía, mientras tanto
en el anfiteatro la guardia del Corsario
Negro comenzó a matarse entre sí para
elegir a un nuevo líder, el cadáver
del Corsario Negro fue pisoteado varias
veces, la máscara se quebró y
mostró como medio cráneo
había explotado por el impacto de
bolter.
“Mi nombre es Vael” pensó de
nuevo Vael mientras la cápsula se
alejaba de la explosión del navío
eldar.
+++ 5 +++
Las dos figuras
envueltas en túnicas
de sendos marines avanzaron por un largo
pasillo hacia una de las zonas de entrenamiento
de la Torre de los Ángeles. El rostro
de uno de ellos, curtido en mil batallas
y héroe de mil mundos contrastaba
con el rostro taciturno y reservado de
su acompañante.
Antes de atravesar
las dobles puertas que daban acceso a
las salas de entrenamiento uno de los
dos Ángeles Oscuros se
detuvo con la mano en la hoja izquierda.
Su nombre era Gabriel, señor de
la primera compañía, el Ala
de la Muerte, quizá en sus manos
estaba el poder de la compañía
más poderosa de marines espaciales.
Su acompañante era Ezequiel, el
bibliotecario jefe del capítulo,
quien ostentaba el título de guardián
de las llaves y custodio del libro de la
salvación.
- El Apotecarión asegura que sus
heridas físicas se han curado tanto
como ha sido posible, pese a sus múltiples
cicatrices e implantes, sin embargo se
me ha dicho que capacidades físicas
son excepcionales, que su maestría
iguala a la de cualquiera de nosotros… algo
difícil de creer teniendo en cuenta
su… cicatriz más significativa.
- Sé a donde pretendes llegar,
Gabriel. Yo mismo he examinado el proceso
de recuperación del hermano Vael,
era tan escéptico como tú,
pero no puedo negar lo que he visto con
mis propios ojos y… con mi mirada
psíquica.
Ezequiel empujó la hoja derecha
con ambas manos e indicó con una
mano a Gabriel que entrara en la sala de
entrenamiento. Desde el quicio de la puerta
se podía oír el sonido del
entrechocar de armas cuerpo a cuerpo, el
sonido de rápidas pisadas, de pronto
el sonido de dos explosiones inundó la
sala.
Cuando Ezequiel
y Gabriel entraron a la sala y se habituaron
a la oscuridad reinante en la misma pudieron
observar a un único
hombre entrenándose, cubierto por
una sencilla túnica de color negro
en vez de la túnica color hueso
habitual en el capítulo.
En una de sus manos
empuñaba una
espada de aspecto pesado, el aire a su
alrededor vibraba y zumbaba demostrando
que se trataba de un arma de energía.
Se trataba de una espada bastarda o de
puño y medio, poco habitual, pues
podía ser empuñada por una
o ambas manos.
Alrededor de Vael
cinco servidores de combate, diseñados especialmente
para el entrenamiento yacían destripados,
con sus fluidos y piezas mecánicas
esparcidas por el suelo.
Pero lo que llamaba
la atención
nada más entrar era el rostro de
Vael, la piel había cicatrizado
hasta límites insospechados pero
aún se podía intuir que había
estado quemada por completa. Parte de la
cara estaba cubierta por implantes biónicos
y una venda de color negro cubría
sus ojos. Vael era ciego.
Vael dejó la pesada espada en un
asiento de piedra y se dirigió a
una de las paredes, con un movimiento de
manos activó dos electrovelas que
iluminaron parte de la estancia.
- Saludos hermanos,
señor Gabriel,
señor Ezequiel… - reverenció con
una ligera inclinación de cabeza
en dirección a cada uno – como
siempre, un honor contar con su presencia.
- Saludos hermano
Vael, me congratula ver que tu convalecencia
ha concluido, tras casi dos años de penurias,
tu devoción por el León y
el Emperador será loada durante
generaciones…
Gabriel no podía ocultar su turbación
por el hecho de que Vael hubiese sabido
quienes eran y su posición exacta
pese a ser completamente ciego,intentó buscar
respuestas mirado el rostro del bibliotecario,
pero éste permanecía, al
igual que el de Vael, tan impasible como
siempre.
Ezequiel limitó a cruzarse de brazos
e introducir las manos en las mangas, para
justo después apartarse de la puerta
y situarse a un lado. Durante unos segundos
reinó el silencio, Gabriel aguardaba
alguna respuesta de Vael, pero ésta
no se pronunció.
- Llevas meses
entrenándote con
servidores de combate, es hora de un enfrentamiento
de verdad, elige tu arma y prepara tu guardia.
Una vez más Vael no respondió a
Gabriel, se giró con un movimiento
sencillo, empuñó la espada
bastarda y, tras desactivar la energía
del arma para evitar heridas graves a su
oponente, apuntó con ella a Gabriel,
demostrándole que estaba listo.
Gabriel no se hizo
esperar, desenfundó su
espada de obsidiana y se lanzó con
un rugido a por Vael. Empuñaba la
hoja con ambas manos, una sobre otra, para
conseguir una mayor potencia en el golpe
descendente que descargó. Sin embargo
su hoja solo cortó el aire.
Vael amagó desde el flanco izquierdo
de Gabriel y, tras rodear su retaguardia
en su finta con el arma alzada para ofrecer
menos resistencia, atacó desde la
derecha.
Ese golpe habría bastado para tumbar
a cualquier oponente sin que siquiera supiese
el origen de su muerte, pero Gabriel era
el señor del Ala de la Muerte, no
un adversario cualquiera.
Gabriel desvió el golpe de Vael
con la empuñadura de su arma y golpeó en
el estómago a su oponente, obligándole
a retrasarse dos pasos. Sin dejar tiempo
para recuperarse descargó una lluvia
de golpes rápidos descendentes sobre
su enemigo, Vael los rechazó uno
a uno tomando su espada con ambas manos
hasta que afianzó de nuevo sus pies.
Vael s impulsó sobre sus propias
piernas y gritando de rabia se situó en
la espalda de Gabriel antes de que éste
reaccionara, no obstante, no atacó a
su oponente por la espalda y dejó que
se girara antes d descargar un inocente
golpe que Gabriel desvió sin problemas.
Una sonrisa cruzó frugalmente
el rostro habitualmente impasible de
Vael.
Gabriel dio dos
pasos hacia atrás
y bajó su arma.
- Todo esto está muy bien, Vael,
pero tus piruetas son más propias
de un eldar que de un marine espacial,
serás capaz de ser tan brillante
con una armadura táctica dreadnought.
Vael no contestó, se limitó a
fundirse en las sombras de una de las esquinas
y escuchar como Gabriel llamaba a dos servidores
de carga con sendas armaduras de exterminador
con dos palmadas.
Les llevó varios minutos revestirse
con ellas, pero cuando Vael terminó,
exhaló un suspiro de placer, llevaba
veintidós meses aguardando ese momento.
El combate se reanudó y ambos oponentes
siguieron midiéndose el uno al otro
durante varias agotadoras horas, al final
ambos se retiraron dos pasos, exhaustos,
sus rostros chorreando sudor, sin aliento.
La venda de Vael
se había empapado
en sudor, pero éste negó a
retirársela.
Ezequiel miró larga y tendidamente
a cada uno de los combatientes, la destreza
de Gabriel vestido con armadura de exterminador
no tenía rival, salvo quizá para
el propio Azrael, pero las técnicas
que Vael utilizaba rivalizaban fuertemente
con las de Gabriel. Eran técnicas
diferentes, las técnicas de alguien
que no se basa en el sentido de la visión
y juega con esa baza a su favor.
Si las electrovelas
estuviesen apagadas, y pese a los sentidos
mejorados de Gabriel, Ezequiel sabía que la contienda
se habría acabado en apenas cinco
minutos, incluso aunque se hubiesen utilizado
los focos integrados en las armaduras.
Con cada movimiento
Vael llevaba las posibilidades de la
armadura de exterminado al máximo,
un tecnomarine no habría podido
menos que sorprenderse al descubrir algunos
de los movimientos de Vael.
Pero las diferencias
de Vael iban muco más allá, Ezequiel había
examinado su mente en varias ocasiones,
siempre con su permiso, había zonas
de su mente vedadas, fuertemente protegidas
incluso para un psíquico poderoso
como él, esas zonas las había
ignorado.
La mente de Vael
había sido torturada
tanto como su cuerpo, sino más.
El fanatismo era habitual entre los guerreros
del Adeptus Astartes, pero en la mente
de Vael no se encontraban barreras tan
básicas como la diferencia subjetiva
entre el bien y el mal, como si se tratase
de un extremista, Vael había ido
más allá de muchas barreras
infranqueables para la mayoría.
Si Vael se designaba
un objetivo, lo perseguiría
hasta su último aliento, utilizando
cualquier medio a su alcance, incluso aquellos
que no lo estuviesen. Remordimientos, miedo,
derrota… y otro sin fin de sentimientos
habían sido exorcizados por el propio
Vael en su supervivencia. Nadie salvo él
mismo, y quizá ni él mismo,
sabía donde estaban los límites
de Vael.
Ezequiel se giró y abandonó la
sala de entrenamiento, había tenido
suficiente. Cuando las hojas dobles se
cerraron tras él los dos guerreros
reanudaron su combate personal, pero el
resultado ya no importaba para Ezequiel.
El bibliotecario
informaría positivamente
al Círculo Interior acerca del hermano
Vael, pese a que sabía que era una
decisión de la que algún
día se arrepentiría; y ahora
sabía que Gabriel también
informaría positivamente.