"Ala
de la Ira IV: Ala de Muerte"
Autor:
Luther
Medusa V era un
planeta agonizante, y como si de un cadáver se tratase
una bandada de buitres se arremolinaba
a su alrededor en busca de sus despojos.
Herejes y alienígenas pretendían
subyugar aquel mundo para sus intereses,
pero Imperio del Hombre no iba a abandonar
a sus leales súbditos a su suerte.
Cientos de miles de soldados habían sido enviados respondiendo la señal
de socorro, y entre ellos se encontraban las mejores tropas de la humanidad:
los marines espaciales. Fueran capítulos enteros o simples compañías
eran muchos los que habían acudido a la defensa .
Los “Purgadores” eran un capítulo de reciente fundación,
pero apenas un par de milenios de historia era suficiente para cosechar grandes
victorias que demostraban sus grandes habilidades marciales. El sargento Ivic
sonrió al recordar las gestas de sus camaradas, lleno de satisfacción
hinchó su pecho con una cálida bocanada de aire, como marine
espacial que era estaba orgulloso de poder estar con sus hermanos entre los
elegidos para exterminar a los enemigos del Emperador.
La caída del día era inminente, y con ella volverían a
extenderse las sombras al abrigo de la noche. El rugir de las explosiones no
entendían de horas ni estaciones pensó, aunque lejanas sabía
que el frente de batalla se encontraba más cerca de que pudiera parecer.
Desde la llegada de su compañía apenas sufrieron incursiones
enemigas, su despliegue en el Sector 5 de Euryales fue sencillo, tan sólo
obstaculizado por el hostigamiento de algunos agitadores y rebeldes desorganizados.
Pero durante varios días la calma era la tónica general, y aunque
los marines espaciales no se quejaban, Ivic podía sentir una profunda
decepción en sus hombres. Como miembros del Adeptus Astartes que eran
ansiaban la gloria en la batalla, y defender posiciones de una ciudad colmena
era algo que cualquier regimiento de la Guardia Imperial podría realizar
sin mayores problemas.
Los últimos rayos de luz natural
se perfilaban en el horizonte, y con ellos
llegó la oscuridad....y la muerte.
Una estrepitosa explosión en cadena
sacó al sargento de sus pensamientos.
El polvo y los escombros volaron por los
aires, y uno tras otro los impactos de
artillería hicieron retumbar la tierra. Ivic se ajustó el
casco y comprobó la situación. Alzó la mirada y vio como
Zekias y su escuadra abrían fuego desde un edificio cercano. La estructura
estaba siendo bombardeada severamente, y los cascotes de hormigón saltaban
desperdigados por la calle tras los impactos de proyectiles y rayos de energía.
A pesar de la severa lluvia de metralla los “Purgadores” de Zekias
respondían a base de bolter y plasma sin amedrentarse lo más
mínimo.
Ivic conectó el visor nocturno de su casco y escrutó las callejuelas
que confluían hasta sus posiciones. Imperceptibles para el ojo no entrenado,
el marine espacial comenzó a distinguir numerosas sombras que acechaban
entre los escombros. El zoom agrandó aquella imagen y entonces pude
reconocer la inconfundible silueta de servoarmaduras, ¡marines espaciales
de las legiones traidoras!. El sargento alzó su bolter y ordenó a
sus hombres
-¡Purgadores!, en nombre del bendito Emperador de la Humanidad......!!Fuegoo!!-.
A su señal los guerreros del Adeptus Astartes comenzaron a disparar
ráfagas cortas y precisas contra los agresores. Los proyectiles
de bolter pesado y plasma recibieron a los atacantes como un vendaval purificador.
A pesar del intenso fuego los marines del caos no tardaron en responder a los
defensores y ambas fuerzas entablaron un feroz tiroteo. Los marines espaciales
luchaban con arrojo, pero sus archienemigos lograban avanzar poco a poco gracias
a la magnífica protección de sus barrocas servoarmaduras y a
las ruinas circundantes. En pocos minutos más y más siniestras
figuras se aproximaban al perímetro defendido por los “Purgadores”.
El rugir de una
sierra comenzó a
crepitar, Ivic sonrió al reconocer
el sonido del cañón de asalto,
el venerable Akusha había acudido
en su ayuda. Con su impresionante arsenal
pesado el dreadnought barrió literalmente
la primera línea de marines del
caos con la facilidad de un dios enfurecido.
Los “Purgadores” se envalentonaron
con la fabulosa demostración de
poder y entre vítores acompañaron
al hermano Akusha en una sinfonía
de muerte y destrucción. Ivic ordenó el
alto el fuego y sonrió mientras
recargaba la munición del sagrado
bolter.
El polvo y el humo de la batalla empezaron
a disiparse, entonces contempló algunos
de los cuerpos de los atacantes abatidos....y estos comenzaron a levantarse. -No
puede ser- murmuró entre dientes el hermano Sorin. Las entrañas
y los fluidos vitales caían por los agujeros producidos por los proyectiles
en las armaduras, pero ignorantes de aquellas gravísimas heridas los
herejes se mantenían en pie. Ivic reconoció a los adoradores
de Nurgle, supo que ante ellos se erguían la temida Guardia de la Muerte.
Una legión de podredumbre y dolor que había asolado innumerables
mundos en nombre del Señor de las Plagas.
El sargento iba a instar a sus hombres a continuar disparando cuando una
brutal explosión lo tumbó contra el suelo. Los filtros del casco habían
amortiguado el ruido, pero incluso así los oídos le zumbaban
y por un momento se sintió desorientado. Ivic hincó su
rodilla derecha en tierra y se incorporó. A su lado el hermano Akusha
permanecía inmóvil, el frontal del sarcófago había
recibido un tremendo impacto de energía y despedía humo oscuro
y chispazos por doquier. Dañado o destruido el dreadnought se encontraba
fuera de combate.
El suelo retumbó al otro extremo de las ruinas, y el autor de aquel
mortífero disparo avanzó inexorable. Dos dreadnoughts del caos
surgieron entre los edificios y comenzaron a castigar las posiciones de los “Purgadores” supervivientes.
Los marines, abrumados ante aquella oleada de enemigos se encontraban completamente
desbordados, recibiendo el tiroteo y respondiendo como podían. Ivic
supo que estaban perdidos, pero sus enemigos no podían salir indemnes.
Alcanzó su cinturón y extrajo una granada de fusión.-Esto
os va costar caro demonios....-
Un brillo azulado
recubrió por
momentos su armadura de Ivic, sorprendido
en principio recordó que se trataba
de la estática producida por campos
de teleportación. El marine se volvió y
contempló una fantasmal figura a
sus espaldas, era una descomunal armadura
de exterminador. El coloso de metal era
blanco como un cráneo, pero vestía
una siniestra túnica negra a modo
de tabardo que cubría el rostro
del portador. Ivic Como marine espacial
que era había visto muchas armaduras
de exterminador, pero nunca un modelo tan
antiguo y ornamentado. El exterminador
asió el bolter de asalto que portaba
en su muslo, y entonces pudo reconocer
el emblema que lucía en la hombrera......era
la espada rota alada, el símbolo
del Ala de Muerte.
Un fogonazo deslumbró al sargento, y súbitamente estalló una
nube de energía a su alrededor. Tras la descarga de luz una veintena
de armaduras tácticas dreadnought rodeaban a la anterior. Los marines
del caos tampoco esperaban a los inesperados visitantes, y por un momento su
ofensiva titubeó. Los exterminadores alzaron sus armas y apuntaron a
los traidores, un segundo de silencio se hizo en el aire, y aquellos guerreros
dispararon al unísono como si de un escuadrón de autómatas
se tratase. Los marines de la plaga lanzaron metralla y plasma contra los recién
llegados, pero las poderosas armaduras de exterminador contaban con capas y
capas de ceramita y aleaciones de metal, y rechazaron los impactos como el
agua de la lluvia. Los cañones de asalto vomitaron fuego y dolor contra
los herejes, y ni la antinatural resistencia de los seguidores de Nurgle pudo
resistir aquel castigo divino por mucho tiempo. Los dreadnoughts del caos rugieron
de rabia y frenesí, pero rápidamente fueron alcanzados por los
certeros lanzamisiles cyclone. La munición antitanque penetró metal,
ceramita y escoria hasta el corazón de aquellos blasfemos ingenios.
La reacción en cadena fue inmediata, y unos fuegos purificadores envolvieron
ambos monstruos en un justo castigo. Ivic ladró a sus hombres, y los “Purgadores” se
unieron a la matanza.
Minutos después el asalto había
sido rechazado, y las carcasas humeantes
de los caídos en la batalla emponzoñaban
el aire. Ivic ordenó a sus hombres
que atendieran a los heridos y se acercó hasta
el líder de los exterminadores lanzando
un saludo marcial.
-Sargento Ivic, 4a Compañía del Capítulo de los “Purgadores”.
Tengo que agradecerle su ayuda señor, de no ser por su intervención
mis hombres y yo estaríamos muertos.-
El exterminador colgó el bolter de asalto en su muslo derecho y se quitó la
capucha. Ivic no pudo menos que sorprenderse al verlo, pues una melena larga
era poco habitual entre los guerreros del Adeptus Astartes, casi tanto como
la oscura barba que ocultaba sus facciones. Una enorme cicatriz atravesaba
verticalmente su ojo izquierdo, que si no era artificial, milagrosamente debió haber
conservado su profunda mirada. El exterminador sonrió levemente y ofreció su
antebrazo
-No habría sido en vano sargento, afortunados los que mueren al
servicio del Emperador!.-
Ivic lo estrechó con fuerza y asintió mientras continuaba
-Yagus Mir, de los Ángeles Oscuros.-
Ambos guerreros volvieron su atención al campo de batalla, Ivic informó de
la situación
-Mi compañía lleva 2 semanas en este Sector de la Colmena.
Desde hace unos días el Alto Mando lo consideraba código verde,
así que no esperábamos un ataque de esta magnitud.-
El ángel oscuro sacudió la cabeza mientras hablaba.
-Es cierto camarada, pero los acontecimientos en esta guerra parecen
ir parejos con las tormentas que azotan el planeta. Este mundo va a morir,
y a nuestros enemigos ya no les queda tiempo para llevar a cabo cualesquiera
que sean sus planes. Sin duda sus ataques se volverán más desesperados
en los próximos días.-
Ivic respondió afirmativamente, pero Yagus prosiguió antes
de que pudiera decir nada.
-No podemos ceder...somos los elegidos del Emperador y como tales tenemos
un sagrado deber con él y con los millones de sus leales súbditos
que habitaban este planeta. ¿Me entiende Sargento?.-
La casi afable mirada del exterminador se tornó en rígida y exigente.
Un reflejo de fanatismo cruzó la mente de Ivic, que sintió aquellas
palabras como si el mismo las hubiera pronunciado.
-!Si Señor, seremos el puño que aplaste a sus enemigos!.-
El purgador se irguió y apretó el puño izquierdo en señal
desafiante, tras lo cual el ángel oscuro soltó un gruñido,
pero pareció quedar satisfecho.
-Buena suerte Sargento. Que el Emperador guíe sus pasos.-
Yagus saludó marcialmente y dio una señal a los exterminadores.
-Y que ilumine su camino señor!.-
Respondió el marine espacial. El Ala de Muerte comenzó a desplegarse
por las ruinas, y al poco tiempo desaparecieron entre las sombras. Ivic no
sabía lo que depararía a esos guerreros imperturbables, pero
estaba seguro de que los enemigos del Emperador iban a tener un mal día.