Relatos
 
 
 

 

"VAEL"

Autor: Karze

+++ 1 +++

 

El dolor persistía y se extendía por cada nervio se su cuerpo, sus súplicas por que la muerte acabase con él parecían en vano. El dolor en la cabeza estaba arrastrándole al borde de la locura, voces de su infancia se mezclaban con el aullido de los demonios y su cabeza parecíaapunto de estallar.

Un fluido espeso y cálido goteaba de sus orejas, nariz y boca, y tras otros segundos de agonía descubrió que era su propia sangre, de hecho la oreja derecha parecía no estar en su sitio y una enorme porción de su cara parecía estar despellejada.

La nariz y la boca las tenía llenas de sangre, le costaba respirar y los pulmones no parecían recibir aire suficiente, cada respiración hacia aumentar su agonía in crescendo. Intentó escupir un espumarajo de sangre, pero no tenía fuerzas suficientes.

La garganta le ardía por la falta de aire y todo el suelo a su alrededor parecía temblar y quebrarse, la sangre no cesaba de manar de sus heridas y poco a poco sus fuerzas se agotaban. No pasaba lo mismo con el dolor, pues éste aumentaba a cada instante, llevando su cordura a los límites.

Intentó abrir los ojos pero un terrible dolor le recorrió toda la columna vertebral, supo que los había perdido irremediablemente, maldijo en silencio, entre espasmos de dolor, pues quería poder mirar a la muerte.

Intento moverse, apenas unos milímetros, pero latigazos de dolor le hicieron convulsionarse espasmódicamente y sangras más profusamente, un par de movimientos bruscos más y puede que todo terminase.

No sentía el brazo derecho, había perdido toda la sensibilidad a partir del hombro, pero tenía la extraña sensación de que no existía nada más debajo de éste. El brazo izquierdo si que podía sentirlo, aunque había perdido la sensibilidad en los dedos.

A lo largo de todo el brazo izquierdo podía sentir cientos de cortes y heridas, astillas de hueso, esquirlas de metal clavadas, pero lo pero era la sensación de la piel, su cara, sus brazos, su torso, sus piernas, parecían todos estar quemados. La piel le escocía como hubiese sido despellejado, incluso un soplo de aire le daba la sensación de estar ardiendo con promethium pegado al cuerpo.

No sabía cuanto tiempo había pasado, horas, minutos o días enteros, pero sus súplicas parecían no ser oídas y pronto dejó de hacerlo, recriminándose el haber suplicado por que su vida acabase.

Reunió todas las fuerzas de voluntad que le quedaban y ordenó callar a las voces de su cabeza, casi se rindió al abrazo de la muerte cuando la paz le embargó al ser acalladas todas las voces.

Intento moverse de nuevo y por segunda vez todo su cuerpo gimió y gruñó descontroladamente, negándose a sentir otra cosa que dolor y ansiando su propia muerte, pero esta vez pudo mover el brazo izquierdo unos milímetros y girar los tobillos.

De su brazo derecho seguía sin sentir nada y el izquierdo parecía estar roto a la altura del codo, sin embargo sus piernas parecían relativamente indemnes. De pronto, perdido en pensamiento de esperanza llegó la sed, sentía hasta el último centímetro de su piel quemada, perlada de sudor, sentía los regueros de sangre de sus sordos oídos, nariz, boca, ojos y heridas, pero su lengua exigía agua a gritos.

Intentó moverse por tercera vez y en esta ocasión consiguió rodar sobre sí mismo hasta terminar boca abajo, el suelo crujía bajo su peso y parecía astillarse como si fuese una capa de cristales rotos, su piel se tensó y estiró en todas direcciones arrancándole un grito mudo de dolor.

Entonces recuperó el sentido de sus dedos de la mano izquierda, parecía que después de todo el brazo izquierdo no estaba partido. Los movió uno a uno, cerrándolos sobre su palma en carne viva, después se aferró al suelo, sintiendo como las piedras se desmenuzaban como arena al rozarlas.

Gritó hasta casi perder el sentido y maldijo por todo lo que conocía, pero se aferró con los dedos entre el polvo del suelo y se arrastró casi dos centímetros por el suelo arenoso hacia ninguna parte. La arena acentuaba aún más el dolor de toda la piel, incrustándosele como mil cristales, desgajando sus músculos y reavivando las voces de su cabeza. Pero se volvió a arrastrar unos centímetros más.

Jadeando y derrotado de nuevo por el dolor sintió sobre su piel quemada la brisa nocturna, como si fuese una llamarada del mismísimo infierno, con sus últimas fuerzas gritó, pese a que no se podía oíra sí mismo.

No supo si era su propia voz o las voces de su cabeza, pero oyó una voz parecida a la suya desafiar a la muerte y maldecir a los infiernos, antes de desmayarse de nuevo por el dolor y el esfuerzo tuvo fuerzas para gritar una vez más.

¡Mi nombre es Vael!


+++ 2 +++

 

- ¡Mi nombre es Vael! – Gritó el recluta cuando el sargento pasó junto a él – ehm… señor – añadió dándose cuenta de su falta.

- Así que Vael, ¿eh?, ¿y de dónde eres, Vael? – inquirió el sargento Boreas.

- Del planeta Minsk IV, señor, ciudad-colmena Boreal, distrito 18 – añadió orgulloso el recluta intentando hacer que sus tatuajes rituales del distrito 18 se viesen bajo su desaliñada camiseta.

El sargento se quitó cuidadosamente el guantelete de su armadura color verde oscuro y tomándose unos segundos abofeteó con fuerza al insolente recluta. Si le hubiese golpeado con todas sus fuerzas le habría partido el cuello sin duda alguna, pero la fuerza del golpe solo le tumbó y aturdió durante unos segundos.

- Aprenderás a ser de Caliban a morirás en el intento, o tal vez es que prefieras pasar a ser un servidor lobotomizado del glorioso capítulo de los Ángeles Oscuros, un servidor sin cerebro ni vida propia, poco más que una máquina, o quizá quieras ser un ayudante más de cualquiera de los oficios no honorables del capítulo, por que eso es lo que serás si no consigues meterte en tu cabeza de pandillero insolente que tú eres de Caliban, y nada más importa.- añadió dirigiéndose al resto de los reclutas para que la lección sirviese para todos.

Se giró para señalar la Thunderhawk que había a su espalda, era inmensa, para muchos de los reclutas suponía la primera nave que habían visto en sus vidas. Intentó abarcarla con ambos brazos y se giró de nuevo a su expectante público.

- Habéis sido seleccionados cuidadosamente uno por uno de vuestros diferentes hogares, los más fuertes, los más inteligentes, los supervivientes natos, los más puros, pero comparados con mis hermanos de capítulo no sois nada. Mi nombre es Boreas, sargento Boreas, y soy el único que os puede nombrar algo que ni siquiera entendéis. Seguidme, muchachos, y me estaréis siguiendo al infierno, seguidme, y me seguiréis a una muerte segura en un frío y olvidado planeta, a una existencia por y para la guerra, a un universo donde no hay respiro ni paz. Seguidme y os estaréis condenados, o daos media vuelta y regresad a vuestros hogares. Seguidme y en los próximos años maldeciréis mi nombre por lo bajo por haberos llevado conmigo.

Sin añadir nada más ni girarse a mirarlos por última vez, se giró y comenzó a caminar seguido de los otros dos enormes marines espaciales hacia la rampa de acceso de la Thunderhawk. Los reclutas se miraron intrigados unos a otros, en sus ojos se podía leer la furia, el deseo, el miedo y la intriga.

De la veintena de reclutas un par dieron media vuelta y se marcharon, ninguno de sus compañeros se burló de ellos, otro par encabezó la marcha sin inmutarse tras los pasos de Boreas. Vael era uno de ellos.

La rampa de acceso se plegó sobre si misma y para sorpresa de muchos la Thunderhawk despegó rumbo norte.

- Vuestro planeta, Minsk IV, lleva demasiado tiempo sin pagar sus diezmos al Imperio, pues habéis de saber que ahí fuera existe un Imperio del Hombre, el cual se encuentra asediado por todos sus frentes. Vuestro gordo y fofo gobernador planetario asegura que en el norte, en el casco polar existen jaurías de bestias nunca antes vistas que atacan a todas las ciudades-colmena del planeta, imposibilitando la producción y el consecuente pago de diezmos.

La Thunderhawk sobrevolaba Minsk IV a toda velocidad, dejó atrás decenas de ciudades-colmena que se extendían como una plaga y el humo negro de éstas, el paraje montañoso y nevado predominante pronto llenó el horizonte, al cabo de unos cientos de kilómetros más comenzaron las estepas de nieve, y transcurridas unas horas más, tras atravesar un océano medio congelado, llegaron más al norte de lo que ningún recluta había estado jamás. Todo el trayecto se hizo en silencio, Boreas y los otros dos marines se sentaron en un banco destinado a ello y parecieron sumirse en un profundo estado de meditación, los reclutas tiritaban de frío y sus dedos comenzaban a ponerse morados, pero nadie parecía reparar en ellos. Algunos se arrepentían de haber subido a la nave, otros sencillamente no sabían que pensar, unos pocos observaban curiosos el entorno, entre estos últimos estaba Vael, quien no apartaba a vista de los tres marines espaciales, ni siquiera cuando uno de ellos se giró para mirarle directamente.

La Thunderhawk aminoró la velocidad y Boreas se alzó de nuevo, la rampa de acceso comenzó a abrirse antes de tocar tierra y un frío viento que cortaba la piel como si se tratase de un cuchillo penetró el interior de la nave.

- Demostrad que vuestro planeta continúa mereciendo vivir matando a la mayor de las manadas de bestias. Todos aquellos que regresen al cabo de tres días con al menos un trofeo serán bienvenidos, los que no regresen en un plazo de tres días no serán echados de menos, los que regresen antes de ese plazo recibirán un disparo a modo de bienvenida.

No era necesaria ninguna advertencia más, pero el sonido de los bolters al ser amartillados bastó para hacer desembarcar a paso ligero a los reclutas, aquellos que esperaban ayuda por parte de los tres súper hombres vieron reducidas sus esperanzas drásticamente.

De muchos de ellos no se supo nada nunca más, otros se organizaron en pequeños grupos de partieron hacía la dirección que había señalado Boreas. Unos pocos partieron en solitario, la mirada oculta de los tres marines no les daban posibilidades de supervivencia.

Vael avanzó en solitario entre la nieve, tiritando de frío y perdiendo la sensibilidad de los dedos a cada paso, a paso ligero consiguió desentumecer un poco los músculos de las piernas y adelantar al resto de grupos de reclutas. Rasgó las prendas oscuras de pandillero que de poco le servían y se construyó unos mitones con ellas, que al menos le mantendrían calientes las manos, y se fabricó una mezcla entre turbante y cogulla que mantenía su cabeza protegida del viento.

Al cabo de unos cientos de metros supo que no sobreviviría a ese paso y decidió rastrear algún enemigo, miró al horizonte e intentó pensar como una bestia de poca inteligencia. Un lugar abrigado y no demasiado alejado de los caminos que bajaban a las colmenas que habían sufrido las incursiones.

El cañón formado por dos glaciares parecía el lugar ideal para la mentalidad de una bestia y se dirigió a él con esperanzas de llegar antes de la puesta de sol. Antes de llegar se encontró con una manada de las bestias, enormes lobos blancos que caminaban erguidos y horriblemente mutados. A la cabeza de la manada y a los lados iban los más grandes y fuertes, en el centro y bien protegidos los más jóvenes. No había probabilidades de victoria con las manos desnudas contra ellos.

Sin nada mejor que hacer les siguió hasta las cuevas que les servían de refugio y observó sus rutinas, los pequeños siempre estaban protegidos y las cuevas eran muy fáciles de defender. Finalmente anocheció y Vael se vio obligado a buscar refugio. Una cueva no muy lejana de las de las bestias y muy reducida le sirvió en esa primera noche, se acuclilló en su interior y tapó la entrada con nieve.

Al borde de la muerte se le ocurrió una idea que tal vez funcionase, salio de nuevo al exterior y trepó, no sin contratiempos, por una de las paredes heladas del cañón hasta lo alto de una de las entradas de cueva de manada.

Sin pensarlo dos veces comenzó a remover la nieve con piernas y brazos hasta que ésta comenzó a desprenderse y caer a la entrada de la cueva, saltando y brincando con sus últimas fuerzas consiguió sepultar la entrada. Los aullidos frenéticos de las bestias atrapadas comenzaron a sonar desde el interior.

Buscando entre las cuevas abandonadas cercanas encontró los restos mortales de varios humanos y se cubrió con ellos en su cueva para pasar la noche.

Al día siguiente se despertó dolorido y más cansado de lo que se había acostado, se acercó a la cueva de manada y no escuchó ningún ruido en su interior, esperanzado se puso a excavar con ambas manos en la entrada para descubrir que el desprendimiento había sido mayor de lo que esperaba.

Repentinamente iluminado Vael descendió hasta una cueva adyacente y comenzó a abrir un túnel de comunicación, tras horas de agotador trabajo consiguió penetrar en el túnel de la manada para asistir a un espectáculo dantesco.

Los más fuertes de la manada, locos y viéndose atrapados habían devorado a los más débiles para después matarse entre ellos. Sin dudarlo dos veces se acercó al cadáver de uno de los más grandes para hacerse con un trofeo cuando un gruñido le hizo temblar de arriba abajo. Dos grandes bestias aguardaban a su espalda con los ojos desorbitados y las fauces llenas de sangre. Los dos más fuertes.

Uno de ellos se lanzó contra él y Vael, viéndose perdido, alzó un hueso astillado del suelo a modo de pica. El impacto del lobo, más grande que un humano y mucho más fuerte, casi le arrancó los brazos, pero el lobo se empaló atravesándose el pecho con el hueso y cayó a un lado entre jadeos y sollozos entrecortados.

Su compañero, el otro lobo, comenzó a dar vueltas alrededor de Vael, sin embargo Vael estaba preparado, pues había visto actuar a la otra bestia y conocía sus gestos. Cuando vio que el lobo se iba abalanzar sobre él sencillamente se apartó dejando que se estrellase contra la pared de la caverna, así decenas de veces, hasta que el lobo se posó a cuatro patas para recuperar el aliento.

Vael y la bestia se miraron durante unos segundos, acto seguido el lobo aulló de dolor con sendos huesos clavados en los ojos, uno en cada ojo. Loco de rabia se abalanzó hacia donde estaba el humano y se estrelló contra la pared de nuevo. La bestia se giró, babeando espumarajos y con los ojos sangrando en un cruel espectáculo. Un tremendo golpe en la cabeza le obligó a tocar el suelo con la cabeza, el siguiente le dejó sin conciencia y los siguientes diez terminaron de machacarle el cráneo.

Durante el resto del día Vael se dedicó a fabricarse abrigos de pieles con los restos de las bestias y arrancó un colmillo al más grande de todos a modo de trofeo. Bebió la sangre aún caliente de los dos que había matado y se alimentó con su carne, rasgando la piel con los colmillos.

Al día siguiente cuando llegó a la Thunderhawk vio que apenas media decena de reclutas habían sobrevivido magullados y exhaustos, Boreas pareció no inmutarse al ver que había sobrevivido, y mucho menos ante su trofeo de batalla.

Cuando sobrevolaban el planeta de nuevo, esta vez en dirección sur, Boreas se alzó y se dirigió a ellos, por primera vez se quitó el casco y dejó que una larga melena cayese sobre sus hombros, sus dos compañeros le imitaron.

Vael se maravilló ante las cicatrices del sargento, algunos de los reclutar reprimieron gritos de exclamación, entonces Boreas se giró y les dio túnicas a cada uno de ellos, llamándolos por sus nombres.

Entre los pliegues de las túnicas, semejantes a las que los marines portaban, había varias raciones de comida y agua, así como una enorme y pesada pistola sin cargador.

- Vael – llamó Boreas cuando le llegó el turno, tras entregarlo la túnica se quedó mirando al joven recluta -¿Es Vael realmente tu nombre? Es extraño, pues es un nombre propio del capítulo, una extraña coincidencia, así pues, ¿es realmente tu nombre?

- Ahora si, señor, ahora si.

- Conviértete en un verdadero Ángel Oscuro y ganarás el derecho a hacerte llamar así, pandillero.

La nave dio varios bandazos y sobrevoló ciudades-colmena medio derruidas y zonas de guerra donde el sonido de la artillería y los disparos se sobreponían al sonido de los inmensos motores de la Thunderhawk.

Reconociendo la intriga en sus miradas Boreas se dirigió de nuevo a los reclutas.

- La presencia del Mal estaba más arraigada en vuestro planeta de lo que se pensó en un momento – la mirada de Boreas se ensombreció momentáneamente y los dos marines que le acompañaban se tensaron en sus armaduras - , no ha habido otro remedio que aplicar la sagrada justicia del Emperador y el León, pero no os preocupéis, pues nada de eso debe importaros ahora. No asistiréis a la batalla, volamos al crucero de asalto que nos ha traído hasta aquí para que comience vuestro verdadero entrenamiento.

Y la Thunderhawk comenzó a tomar altura como si obedeciese sus palabras.

 


+++ 3 +++

 

- ¡Por el Dios-Emperador! Apotecario Zamael, aquí hay un hermano vivo. – gritó el hermano Frae.

Zamael se apresuró hasta donde Frae indicaba, su túnica estaba rasgada por doquier y la sangre le había salpicado de arriba abajo. La hombrera izquierda mostraba el símbolo de los Ángeles Oscuros y la derecha el sagrado símbolo del Apotecarión.

Había sido un día duro, las dos escuadras de hermanos que habían descendido al planeta habían sido derrotadas por motivos aún por esclarecer. La escena con la que se había encontrado al desembarcar era dantesca.

De los veinte hermanos que habían desembarcado apenas media docena eran reconocibles, las servoarmaduras se habían fundido literalmente, como si hubiesen sido atacadas por armas de fusión. Muchos de los restos mortales eran irreconocibles, los restos de los enemigos se confundían con los de los marines.

Incluso el propio paisaje mostraba las heridas de la batalla, la zona selvática había sido literalmente convertida en serrín, apenas unos cuantos tocones asomaban sobre el cieno que cubría el suelo, pues la propia tierra se había convertido en barro y cieno, cientos de charcos de agua estancada y putrefacta dificultaban el acceso a la zona y muchos de los cuerpos comenzaban a hundirse ya en el cieno.

El Apotecario se arrodilló junto al cuerpo y lo observó con ojo crítico, apenas unos fragmentos de servoarmadura habían sobrevivido a la masacre y éstos se habían fundido sobre el cuerpo del marine. El marine presentaba quemaduras en todo el cuerpo, salvo la carne protegida por la servoarmadura todo el cuerpo presentaba quemaduras de primer y segundo grado.

Su cara era poco más que un amasijo sanguinolento irreconocible, incluso parecía presentar varias mutilaciones.

Con movimientos expertos el Apotecario inyectó una elevada dosis de morfina en el superviviente y comenzó a reconocerlo con sus propias manos, quitándose los guanteletes.

Cuando levantó los párpados del hermano ahogó un grito de sorpresa, el tejido ocular parecía haber sido consumido.

- ¡Atómicas! Han utilizado armas atómicas, hermano Frae, conecte el medidor Geiger y desaloje a sus hombres inmediatamente, carguen con todos los cuerpos que puedan. La servoarmadura nos protege de la radiación pero los pobres desgraciados de los muertos corren un grave riesgo, sus semillas genéticas pueden resultar inutilizadas.

Zamael observó de nuevo al maltrecho superviviente, era el único de las dos escuadras que había sobrevivido. Con un gesto de mano ordenó a dos servidores que cargaran con él y le transportaran hasta la Thunderhawk.

De pronto el cuerpo se convulsionó y dirigió su mirada sin ojos hacia el Apotecario, su brazo izquierdo braceó en el aire hasta coger el brazo de Zamael. Acto seguido se quedó sin fuerzas y se desmayó de nuevo sobre la camilla, Zamael se quedó durante unos segundos quieto en el paisaje desolado. Jamás había visto algo igual.


+++ 4 +++

 

La nave alienígena navegaba a la deriva, de la zona de sus motores no cesaban de producirse pequeñas fugas y desprendimientos de piezas, sus inmensas velas también estaban dañadas y habiendo perdido su movilidad y agilidad no pudo evitar el abordaje.

La nave de los Ángeles Oscuros, un recargado navío de asalto, se posicionó en paralelo al navío de los corsarios eldars y varios torpedos de asalto salieron disparados hacia la nave eldar.

El navío corsario flotaba como un ave muerta, las cápsulas de abordaje de los marines se empotraron atravesando su debilitado blindaje y las cargas situadas en el extremo de las cápsulas abrieron camino a los marines arrojando varios kilogramos de metralla y explosivos de fragmentación al interior de la nave.

Las escuadras de marines, divididas cada una de ellas en dos grupos de combate de cinco efectivos entraron como una tromba a la nave eldar, disparando en modo automático para obligar a los eldars a retirarse de los puntos de impacto.

Los especialistas de armas, equipados con lanzallamas se dirigieron sincronizadamente a los recodos de los pasillos y descargaron chorros de promethium ardiendo, varios gritos de agonía y el olor a carne quemada indicó que varios alienígenas habían sido alcanzados.

Los grupos de combate avanzaron varios metros más sin encontrar oposición, hacía las entrañas de la nave. Mientras los cinco miembros de un grupo de combate avanzaban los cinco restantes les cubrían apuntando con sus bolters, al instante siguiente lo hacía el otro grupo de combate, y así con las cuatro escuadras que se habían lanzado al abordaje.

El navío eldar era el buque insignia de una flota de corsarios que realizaba incursiones sin cesar a los planetas imperiales del sistema. El Corsario Negro era llamado el líder de los eldars, un temido alienígena que disfrutaba tanto adueñándose de las riquezas de comerciantes y viajeros como torturándolos durante semanas.

La armada imperial se había visto incapaz de detener las rápidas incursiones de los navíos eldars y la nave de asalto de los Ángeles Oscuros había tomado la responsabilidad de asaltar le buque insignia y capturar al Corsario Negro mientras la guardia imperial era desplegada en el planeta donde tenían su base los corsarios.

La escuadra Alfa avanzaba desde las bodegas de carga de la nave hacia el puente de mando, no obstante al intentar salir de los almacenes, para lo que había que atravesar una doble compuerta blindada, encontraron la primera resistencia organizada.

Varias escuadras de guerreros eldars les aguardaban junto a las compuertas, usándolas de cobertura. La potencia de fuego desencadenada por el disparo de los rifles cristalinos y dos lanzas oscuras barrió el almacén y obligó a los dos grupos de combate a ocultarse tras unas cajas y depósitos.

- Aquí escuadra Alfa, hemos topado con la resistencia eldar, nos llevará un tiempo desalojarles de la zona de carga – informó el sargento Ivaal a las otras dos escuadras – ¿puede alguna otra escuadra apoyarnos desde el otro extremo del corredor?

- Negativo, Alfa – sonó la voz del sargento Samuel de Beta – nosotros estamos demasiado alejados, calculamos que en la zona de proa, la única forma de subir al puente de mando es a través de unos elevadores fuertemente defendidos por los xenos.

- ¿Escuadra Gamma? ¿Me recibe? Informe de la situación.

La escuadra Gamma había desembarcado muy cerca del puente de mando, pero sus integrantes habían sido rodeados por varias brujas eldar en lo que parecían ser las gradas de un anfiteatro.

Las brujas atacaban desde las gradas, ocultándose entre los asientos y habían conseguido aislar a varios Ángeles Oscuros, reduciéndoles u obligándoles a regresar al pasillo por el que habían llegado en busca de cobertura.

Un grupo de tres brujas aisló al sargento Joel contra la tribuna principal y los efectivos de la escuadra Gamma observaron horrorizados como pese a la resistencia que opuso con su arma de energía las brujas burlaron su guardia y le despedazaron como si su servoarmadura fuese de papel.

Los eldars oscuros se habían recuperado de la sorpresa del asalto y ofrecían una dura resistencia en cada recodo de la nave, muchas veces engañando a los marines de Alfa y Beta en su avance o conduciéndolos hacia emboscadas.

En el puente de mando de la nave de los Ángeles Oscuros, la Némesis, una lectura de la energía de la nave eldar reveló un aumento de la misma en progresión exponencial en la zona de popa: de alguna forma, intencionada o no, los motores se estaban sobrecargando.

- Aquí Némesis a los sargentos Ivaal, Samuel y Joel. La nave eldar puede estallar en cualquier momento, sus motores son inestables, abandonen la nave inmediatamente, la destruiremos mediante descargas de la Némesis.

La escuadra Alfa inició la retirada inmediatamente, la resistencia eldar se encontraba enfrente, pero su ruta de escape estaba prácticamente despejada; así como la escuadra Beta, que logró descender por el hueco de los elevadores hasta una posición muy cercana al punto de entrada.

No obstante la escuadra Gamma continuaba en el anfiteatro, uno de los grupos de combate había conseguido retirarse y aguardaba junto a la cápsula de abordaje para regresar al Némesis, pero el otro grupo de combate había sido atrapado por varias escuadras de eldars desde la retaguardia.

- Hermanos, no podemos abandonar a los nuestros a su suerte en esta maldita nave, ni abandonar sus cuerpos en el anfiteatro, regresemos a por ellos – arengó Vael, el segundo al mando de la escuadra y líder del grupo de combate.

Los cuatro hermanos del grupo de combate respondieron como si de uno solo se tratase y amartillaron sus bolters en un gesto de conformidad.

El calor en el interior de la nave iba en aumento y varios indicadores se encendieron en el visor de la servoarmadura de Vael, el sistema de refrigeración estaba al límite de sus fuerzas.

Los pasos de los cinco marines retumbaban por el largo pasillo de regreso al anfiteatro y la oscuridad, pues las luces de la nave eldar habían fallado, les envolvía.

De pronto una descarga de rifles cristalinos les impactó de frente, no obstante los proyectiles no consiguieron atravesar la poderosa servoarmadura, en un enfrentamiento semejante la fuerza blindada de los marines aseguraba su victoria. O al menos eso parecía hasta que el sonido de carga de una lanza oscura les puso sobre aviso.

Sin dudarlo dos veces Vael lanzó dos granadas de fragmentación y se puso de rodillas sobre el suelo del pasillo para aumentar su precisión.

Su bolter estaba modificado con un sistema de puntería M.40, por lo que podía ver mediante sus sentidos automatizados como si lo hiciese a través de la mirilla.

Con un movimiento de pulgar activó la carga de proyectiles silenciados modelo cazador, comunes entre las tropas de la Guardia de la Muerte pero una rara reliquia entre los capítulos convencionales, y con cinco certeros disparos barrió parte de la escuadra de eldars oscuros, atravesando la frente del visor del que manejaba la lanza oscura.

Con el riesgo de la lanza neutralizado los cuatro hermanos de Vael se plantaron en medio del pasillo y barrieron literalmente a los eldars oscuros con rápidas descargas automáticas de bolter.

Cuando el grupo de combate alcanzó el anfiteatro una serie de explosiones en cadena comenzaron a sacudir la nave eldar y los mensajes por le intercomunicador ordenándoles su regreso se hicieron más apremiantes.

En el interior del anfiteatro se había instalado un arco de metal oscuro en el centro del cual crepitaba un portal de energía disforme.

Ordenadamente las escuadras de eldars oscuros penetraban en él para desaparecer acto seguido, toda la tripulación de la nave parecía estar reunida en la sala. Incluso en la tribuna principal los marines pudieron distinguir con sus sentidos mejorados la figura del Corsario Negro.

Los cuerpos de los marines del otro grupo de combate habían sido atados a varias camillas gravitacionales que aguardaban junto a una escuadra de brujas ser transportados a través del portal.

Una nueva sacudida derribó a gran parte de los eldars y los Ángeles Oscuros aprovecharon para entrar gritando al anfiteatro. Los sorprendidos eldars tardaron varios segundo en reaccionar, lo suficientes para que una ráfaga del bolter pesado del hermano Enarión barriese el anfiteatro de un lado a otro.

Disparando con esa cadencia la precisión disminuía considerablemente y se gastaba un cargador con cada ráfaga, lo que dejaba margen para otras tres ráfagas. Sin embargo en una sala cerrada como esa cada ráfaga disparada a ciegas obligaba a los eldars a arrojarse al suelo si no querían morir despedazados.

Mientras sus tres hermanos avanzaban disparando contra las brujas que custodiaban a los prisioneros Vael comprobó su cargador, aún tenía cuatro proyectiles silenciados cazador.

Desde un extremo de las gradas activó el sistema de puntería conectado a sus sentidos y rastreó toda la sala. La prioridad número uno era detener la fuga de los eldars, pues seguramente el portal conducía a la base y la guardia imperial se vería sorprendida por los refuerzos eldars.

El portal parecía demasiado robusto para ser afectado por los proyectiles cazador, así que buscó su alimentación. Un eldar oscuro de túnica color rojo estaba junto al portal con las manos alzadas.

Vael dejó de respirar y redujo al mínimo sus pulsaciones, apuntó cuidadosamente al cuello del eldar oscuro y apretó el gatillo. En ese mismo instante una nueva sacudida hizo estremecerse a la nave y el disparo falló por un par de metros.

Maldiciendo su suerte Vael volvió a apuntar mientras oía el chasquido del último cargador de bolter pesado al quedarse vacío a su espalda y los gritos de sus hermanos al volver con las camillas a toda velocidad junto a él.

- ¡Retiraos!, ¡Retiraos hasta la cápsula, hermanos! – gritó a sus compañeros.

- ¿Y que hay de ti, Vael?

Vael no llegó a responder nunca, la cabeza del eldar oscuro explotó como un melón maduro por el impacto de la munición cazador y todos los eldars se giraron a disparar hacia su posición.

El portal se colapsó y arrastró en una lengua de fuego a los eldars más cercanos, el sonido de destrucción y el fuego se extendía por la sala. Al instante, decenas de armas ligeras y pesadas acribillaron la posición de Vael, pero éste ya había rodado sobre sí mismo hasta la protección del pasillo.

Cuando sus hermanos reemprendieron la retirada aliviados de verle con vida Vael amartilló de nuevo su bolter.

- ¡Que me lleven los demonios!

Giro el recodo del pasillo hacia el anfiteatro y conectó de nuevo el sistema de puntería a sus sentidos automatizados.

El Corsario Negro se encontraba decapitando a varios miembros de su escolta en una orgía de destrucción gritando de rabia al ver sus planes detenidos mientras todo el ejército eldar se lanzaba en persecución de los marines.

Vael tomó aire. Aguantó la respiración, parpadeó, tenso el dedo sobre le gatillo, desvió el cañón teniendo en cuenta la presión de la sala y disparó.

A una velocidad inexplicable un miembro de la escolta del Corsario Negro interceptó la bala de un saltando, lo cual hizo que su pecho explotase cubriendo de sangre al resto de la escolta.

Por un segundo todos se detuvieron y giraron la cabeza hacia el Corsario Negro, quien señalaba con un dedo encorvado la posición de Vael mientras espuma blancuzca le caía por la comisura de los labios.

- ¡Tú! ¡Perro humano! ¿Quién te crees que eres para desafiar a Mank’hei, Señor de las Cuarenta y nueve Torturas?

“¡Mi nombre es Vael!” Pensó mientras una última bala cazadora cruzaba hiperacelerada el anfiteatro y él se daba la vuelta para salir corriendo a la máxima velocidad que le permitía la servoarmadura.

La bala impactó dos centímetros delante de su objetivo, el visor izquierdo del casco del Corsario Negro, donde se retuvo inexplicablemente, seguramente retenida por un campo de fuerza, sin embargo tras unas décimas de segundo, antes siquiera que nadie supiese lo que pasaba, la bala reanudó su trayectoria.

Cuando Vael llegó a la cápsula de abordaje sonreía, mientras tanto en el anfiteatro la guardia del Corsario Negro comenzó a matarse entre sí para elegir a un nuevo líder, el cadáver del Corsario Negro fue pisoteado varias veces, la máscara se quebró y mostró como medio cráneo había explotado por el impacto de bolter.

“Mi nombre es Vael” pensó de nuevo Vael mientras la cápsula se alejaba de la explosión del navío eldar.


+++ 5 +++

 

Las dos figuras envueltas en túnicas de sendos marines avanzaron por un largo pasillo hacia una de las zonas de entrenamiento de la Torre de los Ángeles. El rostro de uno de ellos, curtido en mil batallas y héroe de mil mundos contrastaba con el rostro taciturno y reservado de su acompañante.

Antes de atravesar las dobles puertas que daban acceso a las salas de entrenamiento uno de los dos Ángeles Oscuros se detuvo con la mano en la hoja izquierda. Su nombre era Gabriel, señor de la primera compañía, el Ala de la Muerte, quizá en sus manos estaba el poder de la compañía más poderosa de marines espaciales.

Su acompañante era Ezequiel, el bibliotecario jefe del capítulo, quien ostentaba el título de guardián de las llaves y custodio del libro de la salvación.

- El Apotecarión asegura que sus heridas físicas se han curado tanto como ha sido posible, pese a sus múltiples cicatrices e implantes, sin embargo se me ha dicho que capacidades físicas son excepcionales, que su maestría iguala a la de cualquiera de nosotros… algo difícil de creer teniendo en cuenta su… cicatriz más significativa.

- Sé a donde pretendes llegar, Gabriel. Yo mismo he examinado el proceso de recuperación del hermano Vael, era tan escéptico como tú, pero no puedo negar lo que he visto con mis propios ojos y… con mi mirada psíquica.

Ezequiel empujó la hoja derecha con ambas manos e indicó con una mano a Gabriel que entrara en la sala de entrenamiento. Desde el quicio de la puerta se podía oír el sonido del entrechocar de armas cuerpo a cuerpo, el sonido de rápidas pisadas, de pronto el sonido de dos explosiones inundó la sala.

Cuando Ezequiel y Gabriel entraron a la sala y se habituaron a la oscuridad reinante en la misma pudieron observar a un único hombre entrenándose, cubierto por una sencilla túnica de color negro en vez de la túnica color hueso habitual en el capítulo.

En una de sus manos empuñaba una espada de aspecto pesado, el aire a su alrededor vibraba y zumbaba demostrando que se trataba de un arma de energía. Se trataba de una espada bastarda o de puño y medio, poco habitual, pues podía ser empuñada por una o ambas manos.

Alrededor de Vael cinco servidores de combate, diseñados especialmente para el entrenamiento yacían destripados, con sus fluidos y piezas mecánicas esparcidas por el suelo.

Pero lo que llamaba la atención nada más entrar era el rostro de Vael, la piel había cicatrizado hasta límites insospechados pero aún se podía intuir que había estado quemada por completa. Parte de la cara estaba cubierta por implantes biónicos y una venda de color negro cubría sus ojos. Vael era ciego.

Vael dejó la pesada espada en un asiento de piedra y se dirigió a una de las paredes, con un movimiento de manos activó dos electrovelas que iluminaron parte de la estancia.

- Saludos hermanos, señor Gabriel, señor Ezequiel… - reverenció con una ligera inclinación de cabeza en dirección a cada uno – como siempre, un honor contar con su presencia.

- Saludos hermano Vael, me congratula ver que tu convalecencia ha concluido, tras casi dos años de penurias, tu devoción por el León y el Emperador será loada durante generaciones…

Gabriel no podía ocultar su turbación por el hecho de que Vael hubiese sabido quienes eran y su posición exacta pese a ser completamente ciego,intentó buscar respuestas mirado el rostro del bibliotecario, pero éste permanecía, al igual que el de Vael, tan impasible como siempre.

Ezequiel limitó a cruzarse de brazos e introducir las manos en las mangas, para justo después apartarse de la puerta y situarse a un lado. Durante unos segundos reinó el silencio, Gabriel aguardaba alguna respuesta de Vael, pero ésta no se pronunció.

- Llevas meses entrenándote con servidores de combate, es hora de un enfrentamiento de verdad, elige tu arma y prepara tu guardia.

Una vez más Vael no respondió a Gabriel, se giró con un movimiento sencillo, empuñó la espada bastarda y, tras desactivar la energía del arma para evitar heridas graves a su oponente, apuntó con ella a Gabriel, demostrándole que estaba listo.

Gabriel no se hizo esperar, desenfundó su espada de obsidiana y se lanzó con un rugido a por Vael. Empuñaba la hoja con ambas manos, una sobre otra, para conseguir una mayor potencia en el golpe descendente que descargó. Sin embargo su hoja solo cortó el aire.

Vael amagó desde el flanco izquierdo de Gabriel y, tras rodear su retaguardia en su finta con el arma alzada para ofrecer menos resistencia, atacó desde la derecha.

Ese golpe habría bastado para tumbar a cualquier oponente sin que siquiera supiese el origen de su muerte, pero Gabriel era el señor del Ala de la Muerte, no un adversario cualquiera.

Gabriel desvió el golpe de Vael con la empuñadura de su arma y golpeó en el estómago a su oponente, obligándole a retrasarse dos pasos. Sin dejar tiempo para recuperarse descargó una lluvia de golpes rápidos descendentes sobre su enemigo, Vael los rechazó uno a uno tomando su espada con ambas manos hasta que afianzó de nuevo sus pies.

Vael s impulsó sobre sus propias piernas y gritando de rabia se situó en la espalda de Gabriel antes de que éste reaccionara, no obstante, no atacó a su oponente por la espalda y dejó que se girara antes d descargar un inocente golpe que Gabriel desvió sin problemas.

Una sonrisa cruzó frugalmente el rostro habitualmente impasible de Vael.

Gabriel dio dos pasos hacia atrás y bajó su arma.

- Todo esto está muy bien, Vael, pero tus piruetas son más propias de un eldar que de un marine espacial, serás capaz de ser tan brillante con una armadura táctica dreadnought.

Vael no contestó, se limitó a fundirse en las sombras de una de las esquinas y escuchar como Gabriel llamaba a dos servidores de carga con sendas armaduras de exterminador con dos palmadas.

Les llevó varios minutos revestirse con ellas, pero cuando Vael terminó, exhaló un suspiro de placer, llevaba veintidós meses aguardando ese momento.

El combate se reanudó y ambos oponentes siguieron midiéndose el uno al otro durante varias agotadoras horas, al final ambos se retiraron dos pasos, exhaustos, sus rostros chorreando sudor, sin aliento.

La venda de Vael se había empapado en sudor, pero éste negó a retirársela.

Ezequiel miró larga y tendidamente a cada uno de los combatientes, la destreza de Gabriel vestido con armadura de exterminador no tenía rival, salvo quizá para el propio Azrael, pero las técnicas que Vael utilizaba rivalizaban fuertemente con las de Gabriel. Eran técnicas diferentes, las técnicas de alguien que no se basa en el sentido de la visión y juega con esa baza a su favor.

Si las electrovelas estuviesen apagadas, y pese a los sentidos mejorados de Gabriel, Ezequiel sabía que la contienda se habría acabado en apenas cinco minutos, incluso aunque se hubiesen utilizado los focos integrados en las armaduras.

Con cada movimiento Vael llevaba las posibilidades de la armadura de exterminado al máximo, un tecnomarine no habría podido menos que sorprenderse al descubrir algunos de los movimientos de Vael.

Pero las diferencias de Vael iban muco más allá, Ezequiel había examinado su mente en varias ocasiones, siempre con su permiso, había zonas de su mente vedadas, fuertemente protegidas incluso para un psíquico poderoso como él, esas zonas las había ignorado.

La mente de Vael había sido torturada tanto como su cuerpo, sino más. El fanatismo era habitual entre los guerreros del Adeptus Astartes, pero en la mente de Vael no se encontraban barreras tan básicas como la diferencia subjetiva entre el bien y el mal, como si se tratase de un extremista, Vael había ido más allá de muchas barreras infranqueables para la mayoría.

Si Vael se designaba un objetivo, lo perseguiría hasta su último aliento, utilizando cualquier medio a su alcance, incluso aquellos que no lo estuviesen. Remordimientos, miedo, derrota… y otro sin fin de sentimientos habían sido exorcizados por el propio Vael en su supervivencia. Nadie salvo él mismo, y quizá ni él mismo, sabía donde estaban los límites de Vael.

Ezequiel se giró y abandonó la sala de entrenamiento, había tenido suficiente. Cuando las hojas dobles se cerraron tras él los dos guerreros reanudaron su combate personal, pero el resultado ya no importaba para Ezequiel.

El bibliotecario informaría positivamente al Círculo Interior acerca del hermano Vael, pese a que sabía que era una decisión de la que algún día se arrepentiría; y ahora sabía que Gabriel también informaría positivamente.


 

 
 
 
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