Antes
de la Tempestad
Autor:
Xenobius
La
explosión lo lanzó contra
la pared de rococemento que se agrietó por
el impacto. Los servomúsculos de
su armadura gimieron al levantarse del
suelo entre el polvo que se había
levantado por el impacto del lanzamisiles.
Sus autosentidos penetraron las fantasmagóricas
sombras creadas por el efecto de la luz
al atravesar la densa nube de humo y polvo
detectando la presencia de tres enemigos
unos metros hacia el frente. Abrió fuego
con su bólter cuidándose
de que cada impacto estuviese dirigido
a las partes vitales de los herejes. En
los lugares que antes habían ocupado
las tres figuras ahora había nubes
de polvo enrojecido por la sangre lanzada
al aire al explotar los proyectiles bólter,
flotando sobre despojos inertes.
Avanzó aplastando cuanto encontraba a su paso bajo el peso de sus acorazadas
botas y atravesó un hueco en la pared que era lo suficientemente amplio
como para permitir el paso de su servoarmadura. Tal y como entró en el
corredor se giró y disparó contra los hombres que corrían
para tratar de salvar sus vidas. Acabó con los dos en el mismo instante
en que se cerraba la puerta acorazada al otro extremo del pasillo. Abel sabía
que no podría forzar esa puerta y que los proyectiles de bólter
apenas si conseguirían abollarla. Entonces se fijó en el lanzamisiles
que yacía a sus pies. Era el mismo que había estado a punto de
acabar con su vida instantes antes y que después habían abandonado
apresuradamente en un vano intento de huída.
Colgó el bólter del cinto de su armadura y se arrodilló para
coger el lanzamisiles. Se lo puso al hombro, apuntó cuidadosamente y disparó el
proyectil desde el otro extremo del pasillo. El misil atravesó el corredor
de punta a punta en un instante impactando en el centro de la puerta metálica,
haciendo saltar por los aires el mecanismo de cierre. Dejó caer entonces
el lanzamisiles tomando el bólter entre sus manos y lanzándose
a la carrera hacia la puerta.
La armadura color negro impactó con fuerza contra la plancha exterior
de la puerta haciéndola abrirse de golpe y atravesando el hueco sin apenas
reducir velocidad. A partir de ese momento todo sucedió en un torbellino
de sangre y explosiones. Sus reflejos mejorados le permitían moverse a
una velocidad increíble para su tamaño y comenzó a disparar
en modo automático seleccionando cuidadosamente los objetivos. Los rayos
de los rifles láser y los proyectiles de las pistolas automáticas
cruzaban en todas direcciones rebotando en la pesada armadura sin apenas dejar
marca a causa de los mal dirigidos disparos realizados por los ocupantes de la
habitación. En cuestión de pocos segundos la estancia era un desordenado
basurero con las paredes manchadas de sangre lanzada por las explosiones de bólter
y chorros de las heridas causadas involuntariamente por sus propias armas. El
suelo estaba encharcado, los cuerpos sin vida, reventados por los todas partes,
y en el centro de la habitación se erguía imponente una figura
envuelta en su pesada servoarmadura negra con un tabardo blanco que ahora estaba
parcialmente teñido de rojo. El Caballero de la Orden apuntaba al único
ser vivo de la habitación a excepción de él mismo que estaba
encogido en un rincón con un muñón sangriento en donde hasta
instantes antes hubo una mano. No había tenido más remedio que
dispararle en la mano para hacerle soltar la pistola de plasma que sujetaba,
y que dejaba entrever que aquel mafioso de tres al cuarto tenía muy buenos
contactos. Un arma de plasma no era nada fácil de conseguir... y Abel
tenía una clara idea de dónde podía haber conseguido aquella.
* * * * * * * * * * * * * * *
Oscuridad, eso era todo lo que podía ver, oscuridad. No sabía cuanto
tiempo había estado allí encerrado, ¿horas?¿días?¿semanas?
Pasaba largos ratos en la oscuridad, sólo, en el más absoluto silencio.
No importaba cuanto se esforzara por escuchar, no había conseguido detectar
ningún sonido en sus largos ratos de soledad. Cada un cierto tiempo, no
podía saber cuanto, oía pasos lejanos que se iban acercando poco
a poco, inexorablemente, anunciando el tormento. Entonces se abría la
puerta y entraba un hombre de un tamaño impresionante, un marines espacial
de cabeza afeitada vestido únicamente con una túnica de color hueso.
Su cara, en la que lucía un tatuaje con la forma de una espada alada,
era impenetrable. Entonces permanecía sometiéndolo a los más
intensos dolores que se pudiera imaginar durante un rato que parecía eterno
a la luz de las ondulantes antorchas. El dolor era agónico, haciendo desear
la muerte, pero incluso eso parecía menos malo mientras permanecía
encadenado en aquella mesa aislado en la oscuridad.
Comenzaron a oírse pasos lejanos que se aproximaban lentamente. Sin embargo
había algo extraño, algo que no cuadraba, oía pasos de más,
como si no viniera sólo. Continuó oyendo los cadenciosos pasos
mientras se aproximaban y finalmente se abrió la puerta dejando ver a
dos marines espaciales vestidos con túnicas de color hueso. Uno era su
visitante habitual pero al otro no lo reconoció, aunque pudo ver un brillo
extraño en sus ojos.
Un humano normal no habría sabido a ciencia cierta si eran marines o un
humano extremadamente grande y fuerte pero él sí, él había
combatido en la flota pirata dirigida por un marine espacial renegado, un gigantesco
ser de armadura negra como la noche que llevaba en una hombrera una espada alada
como la que llevaba aquel otro marine en la mejilla. Durante varios años
sirvió bajo sus órdenes distinguiéndose varias veces hasta
el punto de que su señor le regaló una magnífica pistola
de plasma. Pero con el tiempo comenzaron a unirse mutantes y escoria de todo
tipo y comenzaron a actuar junto a renegados del caos, lo que hizo que se decidiera
a abandonar la piratería y se dedicase a los chantajes y la extorsión
en un mundo dejado de la mano del Emperador.
Los dos marines entraron y colocaron una antorcha en un soporte de hierro sujeto
en la pared precisamente con ese fin. Hasta el momento no le habían dicho
nada, no le habían preguntado nada, sólo le habían sometido
a los más intensos dolores. Entonces el marine al que no conocía
se situó de pié al extremo de la mesa, junto a su cabeza. Poco
a poco comenzó a sentir como si unos tentáculos comenzaran a introducirse
en su mente, buscando entre sus recuerdos, susurrándole cosas directamente
en su mente. Se retorció en vano intentando librarse de sus ataduras,
trató de gritar pero no podía, su cuerpo no parecía querer
obedecerle. Entonces dejó de moverse, quedó tenso tirando de sus
ligaduras y mirando al capellán-interrogador atenazado por el miedo y éste
tomó una cuchilla de aspecto antiguo, se giró hacia él y
comenzó a hablar con una voz profunda: “Arrepiéntete y colabora
y será rápido, resístete...” en lugar de seguir hablando
negó ligeramente con la cabeza resultando más amenazador que cualquier
cosa que pudiera haber dicho. El prisionero asintió febrilmente indicando
que colaboraría, a lo que el capellán correspondió introduciendo
la cuchilla bajo su piel, muy cerca de la superficie, cortando los extremos de
numerosos nervios y causando un terrible dolor. Continuó hablando “Ahora
nos contarás lo que queremos saber...”
* * * * * * * * * * * * * * *
El hermano Luthien hacía más de cuatrocientos años que servía
al Emperador como un marine de los Ángeles Oscuros, y se había
convertido en capellán-interrogador hace algo más de doscientos.
No era especialmente alto para ser un marine espacial, más bien rondaba
la media, pero su tenacidad y fe absoluta en el Emperador y en Lion le valieron
su ascenso al cargo que le ponía al cuidado de las almas de sus hermanos.
En un capítulo que se adhiriera al Codex Astartes esa sería su
principal función, junto con la de dar ejemplo sobre el campo de batalla.
Sin embargo, para los Ángeles Oscuros los capellanes tenían otra
función de suma importancia para redimir los pecados de aquellos que se
apartaron de la luz del Emperador tantos milenios atrás. Los capellanes-interrogadores,
pues tal es su título, se encargan también de obtener información
de los prisioneros capturados, especialmente cuando se trata de obtener información
sobre algún Caído. Pero por encima de todo, la función más
sagrada de un capellán de los Ángeles Oscuros es obligar a los
Caídos a arrepentirse y, en caso de no conseguirlo, al menos purgarlos
del mal mediante el dolor.
Luthien había dejado al prisionero sujeto a la mesa en una de las mazmorras
excavadas en las entrañas del meteorito que era la única evidencia
de la existencia de su planeta natal destruido durante la traición de
aquellos a los que aún hoy perseguían. La aterrorizada criatura
que hace algún tiempo había sido un hombre aún vivía;
a pesar de las terribles heridas infligidas y el dolor, los capellanes-interrogadores
habían llevado su oficio casi a la categoría de arte, siendo capaces
de mantener con vida a un prisionero durante un largo tiempo a pesar de las temibles
sesiones de tortura a las que los sometían. De este prisionero en concreto
se había extraído prácticamente toda la información útil
que se podía y ahora Luthien se dirigía junto al Supremo Gran Señor
del Capítulo para informar, pero aún lo mantenía con vida
con la esperanza de arrancarle cualquier otro detalle, cualquier otro retazo
de información que fuera de utilidad.
Luthien caminaba por los rocosos subterráneos de la Roca envuelto únicamente
en su túnica y seguido por el hermano bibliotecario Jonás. Ambos
caminaban con paso firme y rápido, cubiertas sus cabezas por las capuchas
y dejando ver únicamente la parte inferior de sus caras. Lo monótono
de las paredes excavadas en la roca y las sombras bailarinas creadas por las
antorchas ceremoniales que mantenían en una leve penumbra los corredores
harían que cualquier persona se despistase y se perdiese en un laberinto
de catacumbas. Sin embargo ellos caminaban sin dudar en la dirección que
debían seguir, caminaban por el laberinto de túneles sabiendo exactamente
dónde estaban y a dónde se dirigían. En un momento dado
giraron a la derecha y quedaron frente a un arco acabado en punta. Las columnas
que sujetaban el arco tenían la forma de ángeles sujetando cada
uno una espada ante sí y flanqueando la puerta de madera oscura tachonada
con decoraciones de bronce.
El capellán apoyó las manos en ambas hojas de la puerta que estaban
entreabiertas y atravesó el arco agachándose ligeramente para poder
pasar, y Jonás le siguió. Al otro lado había una pequeña
capilla no muy alta en la que habrían cabido como mucho media docena de
hermanos arrodillados para rezar. La cámara tenía forma abovedada,
acabada en punta sobre sus cabezas, y con tres de las cuatro paredes lisas. La
cuarta pared, la que estaba frente por frente a la puerta de entrada estaba tallada
formando una serie de pequeñas escenas que relataban hazañas realizadas
durante la gran cruzada, hace más de diez mil años. En el centro,
sobresaliendo más que el resto de las imágenes, había tallada
una espada alada y frente a ella, arrodillado en un reclinatorio, el único
mueble de la habitación, estaba el Supremo Gran Señor de los Ángeles
Oscuros, Azrael, el Guardián de la Verdad, vestido también únicamente
con la túnica tan característica del Capítulo. Los dos recién
llegados avanzaron poniéndose uno a cada lado. El capellán comenzó a
hablar en tono bajo, casi en un susurro “El interrogatorio ha dado sus
frutos, se han confirmado nuestras sospechas y el prisionero ha estado en contacto
con uno de los Caídos.” Hizo una pausa y continuó cuando
Azrael asintió levemente. “Al parecer sirvió bajo su mando
en un navío pirata hasta hace poco más de medio año estándar.
Hemos obtenido información sobre los viles actos de que fueron culpables
durante todo ese tiempo, pero lo más importante es que poco antes de que
el sujeto del interrogatorio se separase del traidor en su camino, éste
hizo un trato con los adoradores del Caos. Los últimos datos que tenemos
apuntan a que se puso al servicio del Príncipe demonio Ygethmor y a cambio
de recibió el mando de una pequeña flotilla pirata y un ejército
de mutantes y traidores.”
Azrael giró ligeramente la cabeza en dirección al bibliotecario
que respondió a la pregunta no formulada “Dijo la verdad, su voluntad
ha sido rota y su poca fortaleza mental se ha visto totalmente superada. Es incapaz
de mentir.” Azrael asintió pensativo y un instante después
se levantó con un movimiento fluido. Se dirigió a los dos miembros
presentes del círculo interior “Parece que el Emperador nos sonríe.
Los últimos informes parecen indicar que Ygethmor dirigirá un ataque
en el mundo de Medusa V. Esta podría ser una oportunidad irrepetible.
Hermano Luthien, reúna tanta información como sea posible para
presentarla ante el círculo interior en asamblea.”