Relatos
 
 
 

 

ANUEL

Autor: Eloraket

 

El pesado crozius arcanum colgaba del cinto del Gran Capellán Interrogador Anuel mientras la nave realizaba los últimos ajustes para el aterrizaje. La orden había sido tajante y los conocimientos de Anuel en el proceso de interrogación de los Descarriados eran requeridos de inmediato en una de las bases del planeta Lesy IX. Multitud de pergaminos con letanías y protecciones ante los enemigos del glorioso Emperador decoraban su armadura de exterminador aun humeante. Las órdenes habían sido transmitidas mientras una compañía del Ala de Muerte bajo su mando defendía una posición vital en el astropuerto del planeta, debían de evitar que nadie abandonase el planeta.

Anuel partió enseguida hacia la gran catedral de la ciudad donde, según los informes que había recibido, se encontraba uno de los No Perdonados, había sido capturado durante una incursión de una escuadra de exploradores dirigida por el sargento Helial.

Las puertas laterales se abrieron y Anuel bajó por la rampa, al final estaban apostados cuatro exterminadores del Ala de Muerte que acompañaron al capellán hasta el interior de la catedral iluminados solo por las relampagueantes cuchillas de la guardia personal ahora bajo las ordenes del capellán.

Antes de que las cinco impresionantes figuras se acercaran al enorme portalón este se abrió dejando salir un fuerte olor a incienso. Las puertas decoradas con diversos motivos, recordaban los milagros del glorioso Dios Emperador y padre de todos los primarcas que yace actualmente en su trono dorado salvaguardando a la humanidad de los incontables peligros que la acechan. Anuel y sus acompañantes inclinaron levemente en señal de respeto la cabeza antes de pasar.

El interior estaba iluminado por millares de velas que habían ennegrecido el techo y las cúpulas superiores, las paredes llenas de tallas de los grandes momentos de la historia habían perdido todo su esplendor que antaño habían poseído. Los ventanales habían sido construidos con la intención de que nada escapara de aquel lugar sagrado hacia el exterior. Incensarios de gran tamaño se ocupan de impregnar el lugar de una atmosfera que invitaba al recogimiento interior. Incluso con la protección de la armadura Anuel sintió el poder que durante milenios se había acumulado en este lugar, poder amasado por la gran cantidad de plegarias y letanías allí recitadas por almas anónimas, todas en comunión con el alma del gran Emperador.

Una figura encapuchada saludo de forma ritual al Capellán, este devolvió el saludo.

-¿Dónde está?- las palabras surgieron lentas y pausadas. Palabras controladas por una disciplina inquebrantable de décadas al servicio del gran Capellán Interrogador Asmodai.

- En las catacumbas, mi señor.- la pequeña figura fue retrocediendo e intentando apartarse del camino del Capellán.

- Conducidme, pues sin más demora ante él.- Las palabras se entretejieron con el humo de las velas.

Flanquearon la puerta de una de las capillas secundarias que se encontraba alejada del cuerpo principal de la catedral. El olor a incienso y la sensación de presión se relajaba en el interior aunque no desaparecía.

Mientras caminaban por los pasillos hacia las catacumbas los pensamientos de Anuel volvían con aquellos que había dejado de forma precipitada. Sus gloriosos hermanos ya habrían tomado posiciones para continuar su avance hasta el palacio del corrupto embajador. La marca del caos se había hecho presente en aquel corrupto gobernante y en su pueblo. Debían de ser purgados, debían de ser liberados y debían de ser exterminados. Había sido elegido para aquel cometido y no le gustaba dejar las cosas a medias. Anuel se inquirió a sí mismo por este pensamiento, sus hermanos podían llevar a cabo la misión sin su liderazgo, pues sabían de sobra que su cometido era más importante que sus propias vidas y que el obtuviese éxito en esta nueva empresa ensombrecería cualquier gesta realizada ese día.

El tamaño de las catacumbas era superior a la superficie de la catedral. Por el camino se cruzaron con diversas filas de monjes que entonaban cánticos en tonos apenas audibles Anuel los reconoció de su etapa de novicio, contaban las hazañas de Lion El´Jonson y transmitían sus enseñanzas. Inconscientemente comenzó a entonarlas y se sintió ungido de valor.

El encapuchado se detuvo y señalo una enorme puerta de plastiacero donde dos marines hacían guardia.

Anuel se acerco y les libero de su cometido otorgándoles diversas bendiciones. Los cuatro exterminadores ocuparon su lugar y recibieron órdenes de que nadie le molestase hasta que terminase con lo que había venido a hacer.

La puerta se cerró tras el Capellán.

En el interior de la celda apresado con gruesos grilletes se encontraba aquel al que había venido a interrogar. Su porte esbelto transmitía una personalidad recia y difícil de doblegar, debajo de una túnica hecha jirones y empapada en sangre se distinguían los oscuros verdes de la servoarmadura que Anuel sentía como su propia alma. Su interior se lleno de ira al ver las señas de tan glorioso capitulo llevadas por un traidor, por un No Perdonado.

Pasaron dos días antes de que el Capellán abriese la puerta. Los exterminadores no se habían movido en ningún momento, los gritos que atravesaron la enorme puerta no habían conseguido que estos se inmutasen. Salvo el ultimo que se escucho, un grito solo comparable a los que se escucharon por la agonía de Luther ante la visión de lo que había hecho a sus hermanos, al emperador y a su amigo.

El capellán portaba la servoarmadura del No Perdonado. En el interior de la celda yacía el cuerpo desnudo del prisionero y en una de las paredes diversos simbolos y marcas servían de testigos mudos de lo que había ocurrido en su interior.

Miro a los exterminadores y les transmitió las ordenes necesarias para que preparasen todo para volver al campo de batalla lo antes posible, mientras el se dirigió hacia la capilla central de la catedral. Subió solemnemente las escaleras que lo separaban del altar, dejo la servoarmadura sobre él y se arrodillo. Cogió entre sus manos el rosario y volvió a recitar los canticos que había escuchado en los pasillos de las catacumbas. El valor y la determinación volvieron a embriagar su espíritu.

Durante el vuelo de regreso fue informado de la situación en el astropuerto y de cómo las tropas rebeldes habían conseguido con ayuda conquistar alguna de las posiciones que antes de su partida estaban aseguradas. Un portal de disformidad había hecho acto de presencia frente a una de estas posiciones y de su interior cientos de marines del caos habían sido escupidos frente a las líneas de los Ángeles Oscuros. La perdida de hermanos había sido excesiva.

Las órdenes habían sido dadas y cuando la nave consiguió aterrizar cientos de Ángeles Oscuros esperaban a su líder. Mientras se dirigía a su Land Raider personal un silencio sepulcral lleno el lugar, de fondo se podían escuchar las explosiones de la batalla que se estaba librando en el astropuerto.

Cuando Anuel llego a su vehículo levanto su crozius arcanum y todos los allí reunidos vieron como una perla negra refulgía por el fragor de la batalla. Muchos sabían lo que aquello significaba.

-¡Nosotros fuimos creados los primeros y hemos de dar ejemplo ante nuestros hermanos!-Un grito ensordecedor acompaño a las palabras del Capellán mientras cientos de marines se dirigían hacia, ahora, una victoria segura.

 

 

 

 

 

 

 
 
 
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